Un maldito policía en Nueva Orleans

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

Maldito Policía, la gran película que Abel Ferrara realizará en 1992 con Harvey Keitel no necesitaba ni secuela ni remake. Además no se trató de un film comercial tampoco, sino todo lo contrario, la marginalidad, visceralidad y realismo “es” lo que caracteriza el cine de Ferrara. La película resultó fuerte, potente, un golpe al estómago, un clásico de culto de cine independiente estadounidense de los 90s. La Taxi Driver o Calles Salvajes de la década. Keitel encarnaba a un policía corrupto, drogadicto, violador, que buscaba redención en la religión como típico gangster ítalo americano de los años ’20 y ’30.

Para hacer la remake se debía utilizar a un director tanto o más trangresor y alocado como Ferrara. Y fueron tras el alemán Werner Herzog.

El cocktail prometía ser explosivo. Lo irónico es que si Ferrara, parecía un joven Martin Scorsese, Maldito Policía en Nueva Orleans parece dirigida por un Ferrara veterano, irónico, divertido, sarcástico, e inclusive, morboso y lisérgico.

No se trata de una remake ni una secuela. Por lo tanto, cada uno de los films son incomparables, y tienen una frescura independiente. Más una estrategia de marketing que otra cosa, la versión de Herzog toma también a un personaje muy similar al que hizo Keitel (adicto a las prostitutas, al juego, a las drogas, corrupto), pero en vez juzgarlo y convertirlo en un villano, Herzog pone al personaje en una posición casi heroica. En vez, de rebajarlo moralmente, lo premia.

El Teniente Mc Donagh no es un ejemplo de policía. En una Nueva Orleans, que todavia sufre las consecuencias del huracán Katrina, inundaciones, casas devastas, personas en la calle (no muy diferente a lo que se vive en nuestro país todos los días), se descubren los cadáveres de los miembros de una familia de inmigrantes ilegales africanos masacrados. El Teniente Mc Donagh se hace cargo del caso. Adicto a la cocaína, y a la heroína para curar sus dolores de espalda, Mc Donagh, empieza a investigar con la ayuda de su compañero y descubren que fue resultado de un altercado entre narcotraficantes de droga. A la vez, Mc Donagh tiene otros problemas: amenaza a hijo de un politico mafioso con matarlo tras descubrir que golpeó a su novia prostituta, tiene deudas de juego, y para colmo de males, su padre, que está yendo a “Alcohólicos Anónimos” le deja el perro a su cuidado.

Mc Donagh empieza a descubrir que la única manera de mejorar sus situación es cambiarse de bando, pero sin abandonar la policía.

Herzog convierte un policial ordinario en una comedia de enredos, con muchas, muchas adicciones. Lleva al personaje a límites de patetismo y absurdo realmente surrealistas. Si Ferrara quería hacer énfasis, en la hipocresía de un hombre que buscaba la redención mientras violaba y asesinaba sin código moral, enfrentar el bien y el mal en su solo cuerpo; Herzog muestra a un personaje que está más allá de todas las reglas… y de alguna manera, triunfa en su mundo…

Sin regodeos visuales, apenas unos planos “místicos” con lentes angulares junto a iguanas y cocodrilos, filmados por él mismo, Herzog explora la enferma mente de un hombre sin caer en el moralismo, ni el sentimentalismo barato o ponerse didáctico.

Con un ritmo y humor negro que podría ser propio de los hermanos Coen, también este Maldito Policía intercala (y critica) escenas estereotipadas del film noir con verdaderas escenas de una tensión delirante, capaces de arrancar carcajadas al espectador más deprevenido, debido a lo confuso e incierto que resulta el tono en que maneja los códigos y géneros cinematográficos, y la forma imprevisible en que inserta estas escenas.

Sin abandonar cierta cuota de sadismo y debate existencialista, pero a la vez lleno de un cinismo y crítica a capitalismo más salvaje a través de la figura de la policía (corrupta) como “institución” básica, y de “respeto” como modelo de autoridad del “sueño” americano, cierto tono en la visión me recordó un poco al humor de Jarmursch también, el más onirico, donde se mezlcan sensaciones, pensamientos y sueños, como Ghost Dog.

Nicolas Cage, estrella, que en algún momento prometía convertirse en un gran actor, calza como anillo al dedo con el personaje: desquiciado, histriónico, medido por momentos. Aquellas características desbocadas, que en una película mediocre ha terminando perjudicando, esta vez son llevadas al extremo de lo patético por la calculadora mano de Herzog, para disfrutar y sorprenderse. No hay duda, de que el espíritu de Klauss Kinsky deambuló por el set de filmación.

En cambio, el elenco secundario no corre la misma suerte. No tanto por las interpretaciones en sí, sino porque el convencional guión de William Finkelstein no les permite levantar vuelo (a menos que sea en forma literal) a personajes bastante esterotipados y clisé. Eva Mendez, Xzibit, Fairuza Balk, Irma P. Hall y especialmente, Val Kilmer, solo forman parte del contexto de la película y no gran destacarse. Al contrario, con excepcion de Mendes, el resto lucen bastante sobreactuados y fuera de tono. El único capaz de hacer creíble su personaje es el siempre excepcional y subvalorado Brad Dourif (que ya trabajó con Herzog en la magnífica The Wild Blue Yonder).

Es cierto, que este no es el Herzog de Woyzeck, Fitzcarraldo, o Aguirre. La relación del hombre con la naturaleza, para encontrar su verdadera y salvaje naturaleza interior hay que leerla más en la metáfora que en la película en sí (tras filmar Maldito Policía, hizo My Son, My Son What Have Ye Done, con Michael Shannon como protagonista, que empieza también en Nueva Orleans y sigue en Perú. Es el viaje místico de un asesino, muy en la línea de sus primeros films, y el personaje de Shannon también recuerda a Kinsky. La produce David Lynch y la empezó a filmar al mismo tiempo que Maldito… ya que Shannon, Hall y otros actúan en ambas).

Excesivo, pero divertido, correcto, pero cínico, Herzog no ha perdido las mañas. Su intuición para captar lo más oscuro del alma humana y ponerla contra un paredón sigue intacta.