Un lugar en silencio

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Películas de último fotograma: esos raros especímenes en donde, en los dos minutos finales, el espectador no sólo puede respirar sino también vitorear con toda la potencia de sus pulmones, soltando todas las emociones reprimidas de los minutos previos. Como La Pasión de Cristo, en donde Mel Gibson nos estuvo haciendo sufrir una hora y media hasta que Jesús revive y se recupera – como si fuera el mas poderoso superhéroe de todos los tiempos… ¿acaso no lo es? – a pesar de que cayera sobre él todo el odio del planeta. Ver a Jim Caviezel erguirse con el agujero en la mano – rezago de su crucifixión – es estremecedor.

Algo parecido ocurre con A Quiet Place, una joyita que haría las delicias de Hitchcock en todo sentido de la palabra, y que viene de la mano del nardo John Krasinski. No es la primera vez que dirige – ésta es su tercera obra – pero es la primera que acierta con todo en un mega hit; acompañado por su esposa en la vida real Emily Blunt, Krasinski y su equipo toman una premisa muy simple y la transforman en una obra maestra. Ecos de Señales de M. Night Shyamalan resuenan por todos lados – el sitio en una granja, el terror escondido en los maizales, el jugar a las escondidas con el monstruo de turno -, pero lo de Krasinski es ampliamente superior. Es que la ausencia de palabras amplifica el suspenso, y de qué manera. En un mundo en donde el sonido se ha transformado en sinónimo de muerte, esta gente debe moverse con el sigilo de un gato. Armar senderos enormes tapizados con arena, andar descalzos, cocinar bajo tierra para no se escuche la fritura, hablar con lenguaje de sordomudos – tienen la ventaja de tener a una hija con tal carencia, los que les da una ventaja sobre el resto de los mortales -, usar señales visuales para transmitir mensajes, intentar una y otra vez conseguir señales de contacto humano por una radio de onda corta que sólo emite estática desesperante… Claro, el fin del mundo ha llegado de la mano de una invasión alienígena – una mas de tantas que ha dado a luz el cine – pero ésta es especial: los aliens son indestructibles pero ciegos, y su única guía es el excepcional oído que poseen, que los dirige – a una velocidad pasmosa – a destrozar a a la ruidosa victima de turno. La humanidad ha caído en menos de 80 días, y los que quedan vivos se debaten entre la supervivencia, la locura y el suicidio. ¿Qué hacer en un mundo sin esperanza?.

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Pero la familia protagonista no ha salido indemne de la refriega. Su hijo de 4 años ha perecido por una torpeza propia de un niño – coquetear con un juguete plagado de luces y sonidos – y, para su horror, ahora han pasado meses y la Blunt está embarazada (¿dónde hay un preservativo cuando mas se lo necesita?). Un presagio estremecedor de que van a ocurrir cosas espantosas cuando ocurra el parto, la embarazada esté a los gritos pelados y el niño haga estreno de sus pulmones. Krasinski & Cía prevén todo lo que pueden prever – armando refugios bajo tierra, convirtiéndolos en cámaras de aislamiento acústico, creando una cuna hermética con oxigeno (que semeja, inquietantemente, a un pequeño ataúd), y un sistema de alertas basado en luces -. Pero Murphy hace acto de presencia con su ley, y si algo puede salir mal, va a salir mal… y va a ser necesario improvisar sobre la marcha.

Las mejores películas de ciencia ficción se basan en una premisa simple, y A Quiet Place es una de ellas. Tomen el mundo tal como lo conocen y alteren una de sus reglas – una de las mas simples y comunes – para, luego, comenzar a experimentar con las consecuencias lógicas de dicho escenario. Como las epidemias de ceguera de El Día de los Trifidos, o Eva Green y Ewan McGregor perdiendo sus sentidos en Perfect Sense. Acá el sonido equivale a la muerte, y eso es terrible no sólo por los cuidados que hay que tener, sino por el estado de represión en que viven los protagonistas. Si no puedes gritar, reirte o llorar, ¿cómo vas a desahogarte?. ¿Cómo vas a sacar toda tu furia, tu miedo, tu impotencia?. Es ciertamente una situación enloquecedora y, por otro lado, es la representación extrema de la esperanza a ultranza y la protección paternal a toda costa. Si puedes terminar todo este sufrimiento con una bala en la cabeza en menos de dos segundos, ¿por qué sigues protegiendo a tus hijos y trayendo niños al mundo?. Porque tú y tu esposa pueden morir en cualquier momento, dejando a los chicos desamparados… pero estás tan seguro de que vas a protegerlos siempre y de que vas a encontrar la solución para la amenaza – o, al menos, poder descubrir un paraje tan aislado en donde puedas sobrevivir como se te cante -, que ni siquiera piensas en ese placentero e instantáneo atajo que supone el suicidio.

Las perfomances son geniales, pero lo mejor de todo es la originalidad de las situaciones… y el desesperante desenlace de las mismas. Cuando la Blunt rompe fuente, estando sola en la casa, el suspenso se dispara a la estratósfera. Y todo lo que sigue es un shock tras otro.

Un Lugar en Silencio es una película recomendadísima. No tiene desperdicio, no hay defecto visible – salvo la falta de criterio de Blunt & Krasinski por traer otro hijo a un mundo infernal que ya se ha cobrado con su propia carne -, es todo un carrusel de sensaciones donde las situaciones enervantes se suceden una tras otra… hasta llegar a ese dichoso fotograma final en donde la sonrisa del espectador se perfila de oreja a oreja en una situación de revancha que parecía imposible pero que termina por llegar.