Un jefe en pañales

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

Un jefe en pañales, de Tom McGrath

La llegada del hermanito, que ha inspirado tanto material, desde las tiras de Mafalda anunciando la llegada de Guille hasta hits de Cantaniño (“será, será, será como mamá y papá, será mi hermano, mi juguete de verdad…”), puede ser para el hijo único tanto una alegría como una verdadera catástrofe. Esto último es lo que vivencia Tim, el niño protagonista de Un jefe en pañales que ve romperse ante sus narices la triada perfecta de madre-padre-hijo ante el arribo del nuevo integrante de la familia: un bebe sin nombre que puede hablar (aunque solo Tim y los otros bebes lo escuchan), que porta traje, maletín y actitudes de ejecutivo ambicioso. Esta situación de desequilibrio hogareño y frustración infantil da para una serie de situaciones y enredos cómicos, pero la trama se complica metiendo al bebe yuppie como miembro de una suerte de corporación prenatal en una misión para desbaratar los diabólicos planes del CEO de una empresa de mascotas.

El problema para Tim es que la imaginación hiperactiva de la que hace alarde desde los primeros minutos de película le resta toda credibilidad a la hora de convencer a sus padres de la conspiración en ciernes que involucra como contendientes a bebes y cachorritos. Todo el relato esta filtrado por la perspectiva de Tim cuya imaginación infantil desbordada da a cualquier episodio características fantásticas y vemos todo deformado por su visión de las cosas. Queda entonces la pregunta, no solo para los adultos del film sino para el propio espectador, de cuanto de lo que está pasando es real y cuanto es interpretación del protagonista. Pregunta no respondida ni resuelta, lo cual constituye un acierto.

Uno de los fuertes la película es su apuesta al total delirio. Precisamente la imaginación infantil que da a cualquier episodio, por más prosaico que sea, dimensiones épicas es la que da la excusa para el despliegue visual. Así todo se transforma pasando varias veces desde el ámbito hogareño y cotidiano al universo de la aventura, del espacio exterior, los piratas y los héroes de acción. Este recurso funciona en general pero su apelación constante también satura y el ritmo maniaco y acelerado mantiene el interés durante un buen tramo pero termina por cansar. Contrariamente al despliegue planteado en las escenas de fantasía, el diseño de personajes es bastante estándar y poco original lo que hace que en las escenas cotidianas se tenga la sensación de imagen mil veces vista.

El otro fuerte del film es la relación entre los hermanos cuyo planteo no es sino el de las clásicas Buddy Movies: dos personajes opuestos y hasta rivales que en principio no se soportan se ven obligados a trabajar juntos y terminan creando un lazo de amistad y compañerismo. En esta relación se invierten los términos y el menor es el yuppie demasiado adulto y el mayor el del carácter más infantil y lúdico.

Para este tipo de películas suele haber varios niveles, por lo menos dos, el que funciona para los espectadores niños y el de los adultos. Para los chicos está toda la parte de acción y humor físico basado en corridas, gritos y mocos (se sabe que para algunos adultos esto también funciona y hasta se contentan con eso), y el mensaje que no por obvio deja de ser comprensible (y viceversa) acerca del amor familiar y la necesidad de compartir. Para los mayores hay una serie de guiños a productos pop retro (Indiana Jones, El Hombre Nuclear) que solo ellos podrían reconocer y sobre todo la construcción de un mundo con cierta complejidad, el mundo que funciona oculto antes del nacimiento, así como la trama de paranoia (hay una conspiración y nadie me cree). Además del planteo de poner a un CEO como villano que en estos tiempos tiene absoluta actualidad…

UN JEFE EN PAÑALES
Boss Baby. Estados Unidos, 2017.
Dirección: Tom McGrath. Voces Originales: Kevin Spacey, Alec Baldwin, Steve Buscemi, Lisa Kudrow, Tobey Maguire, Chris Miller. Guión: Michael McCullers, basado en el libro de Marla Frazee. Música: Steve Mazzaro, Hans Zimmer. Edición: James Ryan. Duración: 97 minutos.