Un jefe en pañales

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Mirá quién habla...
El humor que nutre el filme animado también tiene toques a lo Pixar, para los mayores.

Tal vez no haya que ser hijo único para entender los sentimientos de Tim cuando llega un hermanito a su casa. Tim, que a sus 7 años tiene una imaginación superpoderosa, disfrutaba de sus papis, que le dedicaban todo el tiempo, le cantaban canciones, leían libros antes de dormir y lo abrazaban.

El tiempo en pasado de los verbos no es casual, pero Un jefe en pañales pega un giro de 180 grados: el recién llegado, que viste traje y lleva portafolios, no sólo habla como un adulto, sino que tiene una misión: el bebé sin nombre debe formar alianza con Tim en una acción de recontraespionaje, que involucra el amor por los bebés y por…

No adelantemos más.

En las tramas de los filmes para chicos encontrar una idea original ya es motivo de aplauso, medalla y beso. Aquí por lo menos hay para el aplauso, porque hay puntos en común con Cigüeñas (2016), de Warner Animation, con esto de cómo llegan los bebés a la Tierra.

Tampoco es novedoso que los bebés hablen con voz de adultos (Mirá quién habla y secuela), pero no hay que buscar tantas referencias y pasarla lo mejor que se pueda -que hay con qué- con los desplantes del jefe bebé, más otros bebés y Tim, que tiene un corazón más grande que su propia casa.

Casi al final la película tiene esos toques de Pixar -sí, los que uno supone que tomaron prestados de la saga de Woody y Buzz en Toy Story-. Y sí, padres, tíos, abuelos y tutores: chequear en la cartelera las versiones subtituladas, con las voces originales de Alec Baldwin y Jimmy Kimmel. Y no hay que levantarse cuando comienzan los títulos finales.