Un día en familia

Crítica de Diego Lerer - Clarín

Retratos de la intimidad

De Hirokazu Kore-eda, un retrato humanista.

Tal vez no sea del todo original, por parte de Hirokazu Kore-edaa, tomar como base el cine de su compatriota Yasujiro Ozu para contar un drama familiar en el que se habla de las complicadas relaciones entre padres e hijos. Pero no hay dudas de que, adaptándolo a una sensibilidad, si se quiere, algo más accesible y menos rigurosa, lo que logra en Un día con la familia es, por un lado, realizar un cariñoso homenaje al maestro y, a su vez, actualizar la temática de sus filmes a ciertos requerimientos contemporáneos.

El drama en Un día en familia se circunscribe a la visita a la casa de sus padres de su segundo hijo, acompañado por su nueva esposa (que es viuda) y el hijo de ella. La ocasión es la de rememorar un nuevo aniversario de la muerte del hijo mayor de la familia, Junpei, que murió al tratar de salvar a un niño que se ahogaba hace doce años.

Entre preparaciones de comidas, almuerzos y charlas alrededor de la casa, pronto nos daremos cuenta que Ryota no se lleva nada bien con su padre y que estas visitas anuales son para él una tortura. El padre, que tenía a Junpei como su hijo favorito (“mi heredero”, dice), lo trata con frialdad y distancia. Y presentar a su nueva esposa le agrega otra cuota de incomodidad, por más que su madre, su hermana y el marido de ella hagan lo posible por disimular la tensión.

Si bien puede haber diferencias culturales específicas entre lo que sucede en el filme y familias de costumbres, digamos, occidentales, lo que el filme revela es la universalidad de esos conflictos familiares, plagados de silencios, de cosas dichas por la mitad, de sobreentendidos y de cuentas pendientes nunca aclaradas del todo.

Como lo demostró en sus otros filmes (desde After Life a Nadie sabe ), Kore-eda es un realizador sensible e inteligente para captar esos pequeños y sutiles momentos que hacen excepcionales a una historia. Humanista a prueba de todo, es la clase de cineasta que encuentra, como decía Renoir, que “todo el mundo tiene sus razones” y permite que entendamos lo que atraviesa cada personaje sin jamás tomar partido por uno u otro, por más discutibles que sean sus acciones.

Como en todos sus filmes, Kore-eda da espacio para el humor, los juegos de niños, los apuntes casuales (una canción, una anécdota mal recordada) que parecen pequeños desvíos de la historia pero no lo son. Triste y sensible, siempre conteniendo las emociones en un punto y a una distancia que podríamos considerar justas (sólo la música puede ser un tanto excesiva), Un día en familia incluye todos esos momentos que hacen parte de la vida de un grupo familiar: los bellos, los dolorosos, los pasajeros. Son sólo unos días en la vida. O, como diríamos por acá, muchos años de terapia.