Un despertar glorioso

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Un Detrás de las noticias moderno

La televisión sigue siendo una picadora de carne y así lo vive la joven productora de un noticiero que debe lidiar con los caprichos y vanidades de dos conductores veteranos.

Si el público aún recuerda a la productora televisiva de Detrás de las noticias (1987), el film donde además de tratar la ética profesional de un programa de noticias seguía la vida de la desenfrenada neurótica protagonizada por Holly Hunter (que cada vez que se aflojaba lloraba en soledad), va a encontrar muchos puntos de contacto con Becky Fuller (Rachel McAdams), la protagonista de Un despertar glorioso.
Tan neurótica, adicta al trabajo e infeliz como la otra, el personaje resulta francamente odioso en el comienzo de la película, con todos los tics que se supone que debe tener una desbordada productora televisiva. Sin embargo, con el correr de los minutos, cuando el relato se centra en un nuevo empleo –a cargo de un programa matinal en franca decadencia–, lo que parece un gigantesco error de los tantos que se estrenan todos los años, se transforma en un film correcto, que incluso tiene grandes momentos.
De los ’80 de Detrás de las noticias la realidad de la televisión, del mundo actual, cambió y para peor. La película de Roger Michell (Un lugar llamado Notting Hill) muestra la picadora de carne del mundillo televisivo como un campo de batalla en donde el rating medido minuto a minuto hace que productores, periodistas y entretenedores hagan cualquier cosa por un punto más. Tal vez lo sorprendente de Un despertar glorioso sea que muestra la degradación de la profesión, con la joven productora que, ni por asomo, tiene los pruritos de otros periodistas de antaño.
Y si bien el personaje puede ser repelente, cuando entra en la historia Mike Pomeroy (Harryson Ford) como un malhumorado periodista de prestigio que se ve obligado a compartir pantalla con Colleen Peck (Diane Keaton), una ex reina de belleza que conduce desde hace años un programa matinal, la película se encamina y hasta se hace disfrutable, aunque siempre dentro de varios convencionalismos.
Así, mientras en principio se ve la tirantez entre ambos conductores, la posibilidad cierta de que se levante el programa, la negativa de Pomeroy a hacer notas superficiales, se van deslizando algunos diálogos memorables, como cuando Fuller le dice al veterano periodista que se tiene que aflojar, que no sea tan serio, y rápidamente llega la ácida respuesta: “La gente me dice esto cuando me va a meter un puño en el culo.”
Livianita, llena de clishés pero entretenida, Un despertar glorioso no es una gran película ni pretende serlo, en todo caso es un producto industrial bastante digno. <