Un cuento de invierno

Crítica de Ulises Picoli - Función Agotada

El diablo viste a la moda

Hay ocasiones en que las estrellas se alinean, y lo que aparentaba ser el desperdicio del trabajo de muchos, una empresa imposible, se transforma en algo efectivo. Y sucede lo que se dice “un milagro”. Me encantaría decir que es el caso de Un Cuento de Invierno (Winter’s Tale). Porque eso sería acorde con lo que la película expresa (una y otra vez) muy torpemente. Pero no, nada que ver.

Un Cuento de Invierno, basada en una novela de Mark Helprin, cuenta la vida de Peter Lake (interpretado por Colin Farrell) y su devenir a través del tiempo. El film corta una parte de la novela nombrada para enfocarse en la parte romántica (porque es lo que vende, vió). Comienza en Nueva York de 1915 con Peter perseguido por unos malhechores comandados por Pearly Soames (pura morisqueta de parte de Russell Crowe). Estos malos son diabólicamente malos y este Peter es un ladrón que conoce a la rica y enferma Beverly Penn (Jessica Brown Findlay). Su enamoramiento es justificado con un mandato divino donde las estrellas lo dictan, y porque la palabra destino es más barata que un paquete de chicles (así de compleja y profunda se presenta la cuestión). Entonces a pesar de que ella tiene los días contados, van a estar juntos, porque all you need is love. O casi. Por fortuna están los malos muy malos para seguir haciendo maldades. Y una de las tantas bajezas que hacen es separar personas destinadas a estar juntas. Porque eso es lo que hace el diablo, intentar que nadie la pase bien. Malísimo.

Navegando entre la fábula más burda (una que verbaliza constantemente todo lo que debemos pensar) y una aventura fantásticamente estúpida, plantea una idea del romanticismo definido por gente enferma, un blanco caballo alado y que un milagro es suficiente para equiparar el mal del mundo.
Lindo verso ése de que a pesar de todo el sufrimiento no se pierde la esperanza, y que mientras haya salvación y milagros para algunos, “que se transforman en estrellas”, todo piola.

Entonces la triste historia de amor del ladrón Peter y la enferma Beverly termina mal (sino no sería romántica). Y el ex ladrón pero ahora buen tipo queda confundido por la pérdida y olvida quién es. Y así pasan los años hasta que llega al Nueva York de 2014 sin envejecer un año. Pero al parecer, no tener documento ni recordar su nombre no le impide tener algún trabajo ingreso monetario: nuestro Peter está bastante higienizado y tiene un lugar donde vivir. Y es este año (¡justo 2014!) en el que comienza a recuperar la memoria para poder cumplir un milagro. Acá aparece una nena enferma de cáncer. Buena onda, ya sabemos cómo se cura, me quedo tranquilo.

Uno podría pegarle por las graciosas actuaciones (de la cual apenas sale bien parado William Hurt en el rol de padre de Beverly) o de la mezcolanza bobalicona de la historia, pero creo que me quedo con la idea de que es una grasienta suma de situaciones sólo justificable por la fuerza del amor (más puritano que puro), los milagros, y un director que ató todo con alambre. Bastante graciosa Un Cuento de Invierno. Ah sí, me olvidaba, Will Smith vestido con una remera de Hendrix es Lucifer.