Un cuento de invierno

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

En 1983, cuando se publicó la novela de Mark Helprin en la que está basado este film, el crítico de The New York Times Benjamin De Mott escribió en su reseña: "Hacía tiempo que no leía un trabajo tan gracioso, reflexivo, apasionado o tan sentido. Bien usado, podría inspirarnos y reconfortarnos. Un cuento de invierno es un gran regalo para tiempos de gran necesidad". Lamentablemente, en esta adaptación del consagrado guionista y director debutante Akiva Goldsman es poco lo que queda de aquella maravilla literaria. Considerada una obra infilmable por los elementos de realismo mágico y fantasía, además de los múltiples saltos temporales que llenan sus 700 páginas, la tarea de adaptar la novela parece haber superado las habilidades de Goldsman. Es que el experto guionista y productor de films como Soy leyenda y Una mente brillante , entre otras películas de gran éxito, quedó atrapado en el laberinto de los saltos de tiempo, el relato romántico y la historia de ángeles y demonios que decidió contar.

En el centro de todo el enredo está la historia de Peter Lake, un bebe que en 1895 llega con sus padres inmigrantes a las costas de Nueva York, de donde son rápidamente expulsados por problemas de salud. Desesperados, los padres deciden transformar a su hijo en un moderno Moisés a bordo de un bote que lo llevará, literalmente, a buen puerto. Unos años más tarde, el huérfano es un ladrón con talento y más bondad que la que su jefe, Pearly Soames, puede aceptar. El muchacho es interpretado por Colin Farrell, un buen actor que acá debe superar el doble escollo de hacer creíble que tiene poco más de 20 años y evitar -sin éxito alguno- que el espectador se distraiga de sus conflictos por el espantoso peinado que le tocó en suerte. Perseguido por el malvado Soames, jugado con ridícula exageración por Russell Crowe, Peter Lake conocerá el amor encarnado por la bella y moribunda Beverly Penn, un personaje que gracias a la interpretación y la fotogenia de la británica Jessica Brown Findlay resulta lo mejor de la película. Y, de hecho, consigue que al menos por un rato Un cuento de invierno tenga sentido y hasta emocione con ese romance cruzado por el destino, un par de milagros y la lucha entre el bien y el mal.