Un castillo en Italia

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

Los diletantes
En la película Un castillo en Italia, a través de un juego de ficción y realidad, la realizadora Valerie-Bruni Tedeschi explora en la angustia existencial de una familia acomodada.

"Los ricos son todos locos y mezquinos", dice uno. Otro personaje responde a esa afirmación: "Sí, pero también lloran". Los que hablan pertenecen al personal doméstico de una familia, que acompañan silenciosamente las peripecias emocionales y económicas de los dueños y moradores de la propiedad que es un protagonista directo de la trama.

No es una afirmación menor y menos aún una escena entre otras. El filme saca a relucir ahí su propia conciencia, el punto de vista que lo articula. Los ricos se exponen, o más precisamente, una directora-actriz escenifica situaciones de su vida duplicando materiales propios en signos de un relato.

En Un castillo en Italia hay talento. Valerie Bruni-Tedeschi (la hermana mayor de Carla Bruni) protagoniza elementos de su propia historia y se filma. Como en la película, ella tuvo un hermano que murió de Sida (a quien está dedicada la película); como en la historia que cuenta, ella también tuvo una pareja mucho más joven que ella, y justamente quien interpreta a su enamorado es Louis Garrel, el hijo del gran cineasta Philippe, y que fue su pareja real por varios años. A su vez, el personaje de Garrel tiene un padre que hace cine.

¿Quién es quién? La fluidez circular entre ficción y documental es un juego de espejos evidente, más allá de que en última instancia esta heterodoxa comedia existencialista liviana (valga la paradoja) se sostiene en un cambio de registro permanente en el que recae su atractivo.

El inicio promete: Louise, una actriz retirada (Bruni-Tedeschi) despierta con el canto de los monjes del monasterio en el que está descansado. Tal vez se trate de la Vigilias o el Laudes, pero es bien temprano. De ahí se irá para su castillo, y en el camino conocerá previamente por azar a Nathan, un joven actor que está rodando un filme cerca del claustro religioso. Él la reconoce.

Es una época de cambios para Louise: su madre, hermano y ella quieren vender o hacer algo con el castillo que les da pérdidas, acaso vender cuadros y reorganizar la economía familiar. El hermano, además, que está por comprometerse con una hermosa mujer, tiene Sida. Quizás se esté por morir. La película trabajará con esas variables dramáticas sumando situaciones: encuentros familiares, subastas de objetos, visitas a la iglesia y algún que otro conflicto amoroso y familiar.

El problema radica en que este orbe existencial, en el que se quiere recuperar "el espacio necesario para la vida", el conjunto de situaciones e inquietudes de los personajes parece responder al imperativo de un mero diletantismo. Picotear un poco del vértigo de la muerte, señalar algunos tabúes propios de burgueses, declarar la naturaleza quimérica del Altísimo no llegan a constituirse en acciones que superen la mera enunciación. La angustia de un rico difícilmente sea de naturaleza universal.