Un castillo en Italia

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Catarsis sin vuelo

Para la directora y actriz Valeria Bruni Tedeschi, sobrevalorada por Cannes el año pasado, el cine es un pretexto para dar rienda suelta a su catarsis más que a su imaginario para construir historias o como ella prefiere “autobiografías ficcionales”.

Al igual que en Actrices (2006), las obsesiones y crisis de los cuarenta -soltería, maternidad y pasaje de cuarto de hora en el terreno de la actuación- atravesadas por la hermana de la ex primera dama de Francia, la modelo Carla Bruni, se apoderan rápidamente de la trama, que mezcla algo del humor característico de Bruni Tedeschi con el drama familiar. Es un film donde se destaca, al igual que en su segundo opus, Actrices, la actuación de su madre Marisa Borini, eficaz a la hora de lanzar esos dardos venenosos y críticos que ponen al descubierto las máscaras en las que su hija siempre esconde vulnerabilidades, al tiempo de funcionar como un pequeño motor para que ella emerja emocionalmente robándose varias escenas de corte dramático.

Un castillo en Italia funciona a medias cuando la realizadora se despoja del operativo catártico para sumergirse en el retrato de una familia burguesa, acomodada y en plena decadencia, en la que se ventilan tanto los trapitos sucios al sol como el fuerte vinculo afectivo entre Valeria y su hermano Ludovico, (interpretado por el italiano Filippo Timi), enfermo de Sida en etapa terminal en la ficción, para quien el castillo familiar representa no sólo el contacto con el pasado que ya no vuelve, sino el único bastión para no reflejar esa decadencia, aspecto que evidentemente a la francesa le molesta demasiado por la ironía con que maneja a veces el tono de la película.