Un castillo en Italia

Crítica de Melody San Luis - Fancinema

La expresión del vacío

El film de Valeria Bruni Tedeschi muestra de cerca un círculo familiar del que no se puede salir, ni acceder. Y es quizás la sensación que tenemos algunos de los que miramos la película, esa idea de no acceder pero quedar atrapado.

El eje de la trama es la caída en decadencia de una familia aristocrática, luego de la muerte del padre, y los demás integrantes quedan ahí, en ese castillo que parece quedarles grande. Desde las imágenes y hasta la disposición de los personajes, que no utilizan más que dos o tres espacios de esta mansión, muestran un estado de refugio entre los tres vínculos que quedan: la madre, la hija y el hijo.

Los hermanos, aunque ya son adultos, han quedado en una niñez eterna y median su alma de niño con las expectativas que la sociedad tiene para ellos. La relación que mantienen estos dos parece casi incestuosa si no se tiene en cuenta que todo lo que comparten está teñido de esa luz de infancia y complicidad. Al estar juntos parecen tener otras edades y mostrarnos un poco lo que han vivido.

Los personajes logran enamorar con sus personalidades auténticas y libres, pero no pueden escapar, aunque tengan sus convicciones, de los requerimientos sociales como el matrimonio y el embarazo. Valeria Bruni Tedeschi representa a una mujer que sufre su género y sus supuestas obligaciones. Es una mujer ya adulta pero sin realizaciones profesionales, ni personales que le den satisfacciones. Asimismo, vemos en ella un papel un tanto hiperbólico de alguien que toda su vida buscó tener tiempo libre para hacer cosas y que al fin y al cabo eso hizo que cayera en el vacío mismo.

El castillo representó la vida y las expectativas de esa familia, sus secretos y recuerdos a los que no tenemos acceso. La caída, que simbólicamente se representa cuando cortan el árbol de la casa, personifica también la desestabilización y derrumbe de la familia.

Una casa vacía, risas inexplicables y miradas que guardan un secreto al que nunca podremos llegar es lo que nos presenta Un castillo en Italia. Para los espectadores es como mirar una familia desde adentro pero ser un invitado siempre. Pero lejos de crear un distanciamiento, lo que provoca es la intriga y una gran producción de la imaginación para llenar los espacios en lo que no se logra descifrar qué se dice.