Un amor

Crítica de Rodrigo Chavero - El Espectador Avezado

Paula Hernández es una de las grandes promesas del cine argentino. En esta época de auge de narradores minimalistas (la moda del NCA impregna), ella es reconocida por intentar un camino distinto. Su estilo directo y sensible a la hora de crear universos íntimos la hace una directora a la que hay que prestar atención. Hernández recrea su puesta en escena con pocos pero efectivos elementos (tanto aquí como en sus anteriores trabajos, "Herencia" y "Lluvia"), a saber: una trama cercana para el espectador (en tiempo y espacio), movilizante y con personajes que no dudan en mostrar su interioridad y jugarsela hasta el fin por lo que sienten.
La premisa central sobre la que se construye "Un amor" es primero, apostar a la conexión emotiva con su público. Una vez que logró ese objetivo, el film busca crecer en intensidad a partir de una cuidadosa descripción del mundo interior de los protagonistas, hasta llegar a conformar el escenario esperado que resolverá (o no), la necesidad planteada en el comienzo. Esa curva ascendente es claramente visible en el film y se afirma en la solidez interpretativa de su elenco, maravillosamente conducido
Quizás todos conozcamos una historia parecida. O hayamos vivido algo similar.
En la quietud pueblerina de algún barrio de Victoria, cerca del río, dos amigos, Lalo y Bruno (inseparables ellos) reciben con extrañeza la llegada de una nueva chica al lugar. Elena, (hija de una pareja fugitiva del régimen militar en esos duros años), es de esas mujeres que marcan destinos. Transgresora nata que busca su lugar en el mundo, bella y desafiante, desde el primer encuentro cautivará con su encanto a los dos y los seducirá (inocentemente) hasta que se rindan a sus pies. Ese vínculo triangular establecido en ese tiempo, perdurará en la memoria de cada uno de ellos, marcada a fuego con la intensidad de lo vivido . En este segmento, los adolescentes Denise Groesman, Agustín Pardella y Alan Daicz se lucen y trasmiten la gama de emociones que se juegan con sobrada naturalidad.
En el presente, Elena (Roger, una auténtica revelación) regresa. Al parecer, algo en ella hace ruido y necesita imperiosamente volver a ver a Bruno y a Lalo. Cae de sorpresa en la casa del primero (un Peretti a la altura de lo esperable), y lo invita a viajar a Victoria, a reencontrarse con el otro vértice de esta historia (Luis Ziembrowski, fantástico), de quien ambos no saben mucho en estos años. Bruno y Elena se muestran exitosos desde lo económico, pero no satisfechos. Algo se percibe en el aire que no cierra en ámbos. El duda de ir en busca de Lalo, ella no.
Es allí cuando "Un amor" comienza a palpitar con fuerza, esas heridas del pasado anhelan sanación y el espectador lo sabe. Elena irá en busca de su pasado y aquellos chicos que se han transformado en hombres maduros, reaccionarán ante esa amenaza apelando a todos sus mecanismos de defensa para enfrentarla. Claro, se saben enamorados de una mujer a la que no vieron por casi treinta años...
Sabemos que es el debut actoral de Roger, (quien no necesita presentación) y aún nos estamos reponiendo de la sorpresa que nos generó su trabajo. La cantante se anima a probarse otro traje, el de actriz, y lo hace de manera notable, componiendo una mujer en crisis querible, auténtica y decidida. Diego Peretti aporta la solvencia esperada y Ziembrowski se roba la película... y se la lleva a su casa, de una. Los tres congenian maravillosamente y destilan una química que se ve pocas veces en el cine nacional.
El último tercio de la cinta es lo más logrado del film, un segmento que estremece al atravesarlo como audiencia. No se puede explicar con palabras. Hay que experimentarlo en el cuerpo.
Paula Hernández nos ha regalado una gran obra. "Un amor" es de esas películas que se instalan en el corazón de quienes la vieron y desde ahí, se multiplica en cada evocación, hasta hacerse parte de nuestra vida misma.