Un amor inseparable

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Diversidad cultural en plena tragedia

Desde el vamos se puede decir que Un Amor Inseparable (The Big Sick, 2017) es una propuesta relativamente extraña en cuanto a sus pretensiones generales pero clasicista en lo que hace a su estructura narrativa. En primera instancia conviene aclarar que hablamos de una comedia dramática con una fuerte impronta de biopic que más que buscar carcajadas, procura despertar sonrisas afables mediante chistes a media máquina disparados por el protagonista y principal guionista Kumail Nanjiani, un pakistaní que emigró a Estados Unidos junto a su familia y se dedicó al stand up de manera intermitente hasta alcanzar una suerte de estabilidad económica como comediante. Aquí hace de sí mismo con el objetivo de retratar su historia de vida y sobre todo su relación romantica con Emily V. Gordon, una chica norteamericana de la que se enamora y que cae enferma de repente producto de una misteriosa infección que deriva en un coma inducido y varios tests sin resultados concretos.

Ahora bien, si pensamos en el andamiaje y los recursos utilizados para edificar esta crónica de diversidad cultural y resquemores dentro de ambos círculos familiares, el formato al que responde la película es más viejo que la humedad y en el cine específicamente se lo asocia a Love Story (1970): primera mitad del relato de tono rosa (hoy adaptado a las ironías que suele manejar Nanjiani) y segunda parte más oscura cuando Emily termina internada (en este punto se introducen numerosos chispazos de humor negro que no se sienten fuera de lugar). La gran variación que ofrece el film es que en el momento de la debacle el vínculo no estaba atravesando su cenit, más bien todo lo contrario ya que ella -interpretada por Zoe Kazan- en los instantes previos había descubierto que él jamás le contó a su familia sobre la pareja por miedo a ser expulsado del clan a raíz de la tradición pakistaní de los casamientos arreglados con señoritas que deben ser sí o sí musulmanas, paisanas y/ o de la misma etnia.

El guión de Nanjiani, escrito asimismo con la ayuda de la propia Gordon, saca provecho del encuentro y del ritual de acercamiento freak entre un Kumail algo impasible y una Emily que comparte el código sarcástico sin las canchereadas fatuas y esas típicas gesticulaciones bobaliconas de los estadounidenses, jugando al mismo tiempo con la obsesión de la madre del hombre con “armarle” citas con mujeres de ascendencia pakistaní vía la excusa de las reuniones familiares. Durante el segundo acto también se trabaja con inteligencia y sensibilidad dramática el doble rechazo que padece el protagonista por parte de su clan, por haber ocultado la relación con la blanca, y de los padres de Gordon -su madre encabeza la condena- porque la chica antes del deterioro de su salud les contó sobre las mentiras de Nanjiani para evitar tener que presentarla a sus consanguíneos. De a poco la distancia entre él y los progenitores de la comatosa, Beth (Holly Hunter) y Terry (Ray Romano), irá desapareciendo ya que todos compartirán la tortura de las salas de espera del hospital en cuestión y algunos instantes de semi distracción para escapar temporalmente de la tragedia.

Quizás el film no llega a deslumbrar en ninguno de sus aspectos aunque consigue una rara proeza dentro del cine contemporáneo, eso de resultar exitoso en cada uno de sus objetivos de fondo: Kumail no es un gran actor pero demuestra que le sale natural esto de despegarse del modelo norteamericano de conducta en las situaciones planteadas, lo que repercute positivamente en el devenir de por sí tradicionalista y prolijo que caracteriza a la trama. A su vez el director Michael Showalter, un profesional con mucha experiencia televisiva, mantiene las cosas moviéndose con espontaneidad y astucia sin recurrir a sobreactuaciones ni caricaturas raciales ni a ese pulso narrativo infantiloide de buena parte del mainstream de nuestros días. Definitivamente estamos frente a una de esas obras que se benefician -y mucho- de una idiosincrasia mundana y bastante contenida que propone ir descubriendo de manera paulatina las distintas facetas de personajes terrenales, con problemas mucho más cotidianos y urgentes que los que se suelen ver en las películas que llegan desde el norte, porque aquí el cariño se construye tanto desde la dicha como desde el dolor más terrible…