Truman

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

En Truman, el catalán Cesc Gay indaga en un tema doloroso: la etapa terminal de un amigo del alma. Lo hace sin golpes bajos y con dos actores enormes de la talla de Ricardo Darín y Javier Cámara.

Apenas cuatro días alcanzan para que los dos amigos puedan sellar el afecto que ha superado distancias y hábitos durante años. Tomás (Javier Cámara) va a ver a Julián (Ricardo Darín) que está muy enfermo. Cruza de Canadá a Madrid para compartir un tiempo decisivo.

Truman, la película de Cesc Gay, rodea, abraza y entra en un tema doloroso: la etapa terminal de un amigo del alma. En torno a esa pérdida, el guion echa mano a Truman, el perrazo que es la única compañía de Julián. ¿Con quién quedará cuando todo haya terminado? Gay enfrenta el tabú aludiendo al perro y transfiere ese amor incondicional a lo humano, siempre más difícil de sobrellevar. El director enfrenta la cuestión con una estrategia sólo posible con actores de la talla de Ricardo Darín y Javier Cámara.

"Lo único que importa en la vida son las relaciones", dice Julián. Es una de las pocas frases. Luego todo es acción, vínculo entre los actores, primeros planos y silencios. La intensidad de Cámara se encuentra con el modo histriónico de Darín que pone a Julián en el límite, con el humor negro de salvavidas.

La decisión frente a la propia enfermedad instala el tema de la muerte digna ("cada uno se muere como puede", dice). Se intuye el sentido que asumen las costumbres y los detalles cotidianos bajo otra luz, con una fotografía de álbum y la música melancólica.

Cada momento de Julián es único. Lo mismo ocurre en la película: cada escena es en sí, irrepetible y emocionante. Los personajes se mueven al filo de las lágrimas, sin caer en la catarsis. No hay golpes bajos en la historia que involucra a una prima (Dolores Fonzi), el hijo, el médico, el veterinario y la gente que constituye el mundo de Julián.

Desde el encuentro de los amigos, Truman promete un viaje con sus riesgos. Los diálogos en cada escena reflejan la urgencia que impone el paso del tiempo. Formidable la visita a la funeraria, con Darín en el rol del hombre que disimula el miedo a lo inevitable.
En cuanto al perro, pone la cuota de ternura pero no eclipsa a los dos inmensos actores que toman el collar y salen a la calle en busca de aire.