Todo un parto

Crítica de Juan Pablo Ferré - CinemaScope

Mejor solo...

Hay un problema esencial que tiene la última película de Todd Philips, nuevo niño mimado de la crítica y de la audiencia norteamericana, luego de la hiperpromocionada -aunque bastante divertida al fin- ¿Qué pasó ayer?: pese a sus esfuerzos por ser irreverente, socarrona, soez, chabacana y al límite, Todo un parto se reescribe sobre el esquema argumental de Mejor solo que mal acompañado (Trains, airplanes and automobiles, John Hughes, 1987) y no lo abandona jamás. Esta vez está Robert Downey Jr. en el lugar de Steve Martin y el rimbombante Zack Galifianakis en el papel que hacía aquella vez John Candy, pero la historia es exactamente la misma.

Peter Highman (Downey Jr.) tuvo que viajar a lo largo del país por trabajo y tiene todo planeado para llegar justo a tiempo para el nacimiento de su primer hijo. Una serie de eventos desafortunados lo llevarán a tener que compartir un auto alquilado con un hombre insoportable (Zack Galifianakis) con el que se había topado un rato antes y que es el responsable de que le impidan viajar en avión. Sin dinero ni documentos, despachados en el vuelo del que tuvo que bajarse forzosamente, Peter sube al auto de Ethan al saber que no tiene otra opción si quiere ver el nacimiento de su bebé. Y su compañero ocasional no sólo es un joven irresponsable y tontuelo que se queda dormido manejando, fuma marihuana por montones y tiene extrañas costumbres antes de irse a la cama -qué curioso, ¡el personaje de John Candy también!-, además está atravesando una etapa de duelo por la muerte de su padre, cuyas cenizas transporta en una lata de café porque venía "envasado al vacío".

El juego de oposiciones es claro y clásico: mientras que Peter es la sobriedad y el raciocinio, Ethan representa la inocencia, la falta de responsabilidad y la estupidez. Sin embargo, como la comedia la dirige Todd Philips (que ya nos trajo comedias "sacadas" como Viaje censurado, Old school o la particular versión de la serie Starsky y Hutch) y no John Hughes (responsable de las sagas de Mi pobre angelito y Bethoveen) estos personajes son llevados a los límites más insospechados. Peter tendrá la particularidad de ser una persona violenta y alterarse en exceso, mientras que Ethan será poco más que un niño imbécil en el cuerpo de un gordo fumón y, por momentos, asqueroso.

Todo un parto cuenta también con participaciones estelares en papeles menores, como la de Juliette Lewis (Del crepúsculo al amanecer, Asesinos por naturaleza) en el papel de una vendedora de drogas, Jamie Foxx (ganador del Oscar por Ray, y coprotagonista de Colateral) y Michelle Monaghan (Desapareció una noche) como la mujer de Peter. Sus apariciones son un tanto anecdóticas y no suman demasiado a una historia que se sostiene por la química de la dupla protagónica en cada momento. En eso no hay vuelta atrás, si los actores no son del agrado del lector, va a tener que elegir otra película de la cartelera.

Si hay algo que tienen en común las dos últimas cintas de Todd Philips es que ninguna de las dos tiene un marco de verosimilitud demasiado estricto. Si en ¿Qué pasó ayer? las peripecias del personaje de Justin Bartha, las ocurrencias del de Galifianakis o las exageraciones del de Bradley Cooper eran poco creíbles, aquí también nos encontramos con personajes y situaciones forzadas al extremo con el único fin de generar la sorpresa y, consecuentemente, la risa. ¿Cuánto tiempo se les ocurre que se puede escapar por las rutas norteamericanas con una camioneta robada a la aduana mexicana? Según el filme, mucho más de lo que nos imaginaríamos. Y a pesar de que desde el comienzo de la historia sabemos que después de todo los personajes van a terminar siendo grandes amigos, en el guión esa amistad se forja de manera automática, sin demasiadas explicaciones y como por arte de magia.

Todo un parto es un ejemplo de lo que uno de los representantes de la nueva comedia americana nos puede brindar: políticamente incorrecta, con un humor exagerado al extremo y con figuras fuertes en los roles protagónicos. Su mayor problema es que es una vil copia de un clásico de la comedia blanca y que, a pesar de que es una película entretenida, sólo apunta al público más eufórico y menos reservado.