Todo queda en familia

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Una mirada indiscreta sobre la pareja

Historias de relaciones en crisis, infidelidades, dilemas que marcan el paso del tiempo, especialmente al momento del sexo, son algunos de los condimentos de este film del experimentado director Rajko Grlic.

Ya lejana en el tiempo aquella pirotecnia original que proponían las películas de Emir Kusturica, hoy en día más aferrado al barullo cool de No Smoking Orchestra, sobre el ex cine balcánico se conoce poco y nada en nuestro país. Todo queda en familia tiene un par de años, está concebida por un experimentado director y en sus imágenes rondan algunos rostros de las cintas de Kusturica, dentro de una historia de parejas en crisis, infidelidades y dilemas que marcan el paso del tiempo, especialmente, al momento del sexo. Más aun, se está frente a una coproducción repartida entre países que provocaron la desaparición de Yugoslavia, tal como lo señalaban las enfáticas imágenes finales de Underground (1993), mito en celuloide a esta altura. Pero la película de Grlic es otra cosa; se trata, en todo caso, de un producto internacional para festivales con un discurso universal sobre el matrimonio y el sexo que a través de su ligereza reúne alguna dosis de comedia sarcástica con culebrón terminal. Hacia allí apunta y jamás se traiciona.
Un padre artista de aire bon vivant que muere y dos hijos que heredan lo mejor y lo peor del progenitor. El mayor, que aguarda el nacimiento de su primer hijo junto a su esposa; el otro, separado de su mujer y con una hija algo punkie (piercing incluido). A los dos los atraen las adolescentes y por eso andan de acá para allá con alguna aventura efímera, en tanto se descubre que el mayor tiene una vida paralela con otra mujer y el otro pretende volver a reunir a su familia disgregada. Habrá peleas, reconciliaciones, algún intento de suicidio, amantes castigadas, problemas prostáticos, nacimientos y un período de estructura dramática y vidas familiares atolondradas que terminarán junto a la lápida del padre muerto hace un año. Todo ello conformado desde los códigos de una comedia dramática burguesa donde los personajes no pueden detener el paso del tiempo.
Si se repara en las idas y vueltas que viven los personajes, Todo queda en familia es una película perfecta, constituida por un guión que acumula información, sorpresas, cambios de tono y una visión otoñal sobre el placer que se está yendo para siempre para dejar paso a la triste rutina que señala hacerse cargo de aquello que corresponde dentro de una sociedad legitimada. Por esas razones, la película acumula hechos importantes pero no reflexiona demasiado, presentando situaciones límite sin ocultar su mirada ligera sobre el estado de las cosas. Todo queda en familia es eso: un vodevil sobre gente que aún no sentó cabeza. Al Mariscal Tito no le hubiera gustado.