Todo lo que necesitas es amor

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

Italia, el destino del romance

Desde la década del '50 en adelante, Italia ha sido el espacio elegido por cineastas de todo el mundo para mostrar una forma idealizada del amor romántico. Americanos, ingleses y también daneses ahora, han encontrado en Italia un lugar para que los personajes vean revolucionado su corazón en cuanto pisa sus ciudades, sus pueblos o sus costas. Todo lo que necesitas es amor se suma a la larga lista de lugares comunes alrededor de este concepto, aun cuando intente darle una parcial vuelta de tuerca. La historia de la película es la de Ida (interpretada por la actriz danesa Trine Dyrholmm), una peluquera que ha perdido todo su cabello durante su lucha contra el cáncer y cuyo matrimonio se rompe al descubrir que su marido le ha sido infiel. Cuando viaja a Italia para el casamiento de su hija, conoce Philip (Pierce Brosnan), el padre del novio, un viudo aun duro y amargado por la muerte de su esposa. La película, que se promociona como una cómoda comedia romántica, es mucho más que eso. La directora ganadora del Oscar a mejor película extranjera, Susanne Bier, tiene un historial de dramas intensos e impactantes, y acá asoman algunos atisbos de su anterior cine. Como muchos otros directores daneses, Bier observa el infierno que late dentro de cada familia y aunque aquí apela a cierta ligereza, no deja de mostrar su mirada sobre el asunto. Lamentablemente, la directora de Corazones abiertos, Después del casamiento y En un mundo mejor mezcla tonos a lo largo del relato sin obtener el resultado adecuado nunca. Cuando hay humor, este resulta fuera de lugar, cuando hay melodrama excesivo, este queda forzado, cuando hay romance suena falso, y la combinación de todo esto pierde cualquier coherencia posible. La acumulación de temas no llega a resultar cómica por muy poco. Cáncer, infidelidad, accidentes, homosexualidad, violencia, anorexia, clases sociales y el ingrediente de "That's Amore" sonando en la banda de sonido sin que se incline por la ironía o por el verdadero disfrute por la música. Esa es la clave. No sabemos si Bier ha cambiado para llegar un público más masivo y no está cómoda o si por el contrario siente que este es el rumbo que debe adoptar su cine. Lo que importa es lo que se ve en la pantalla, y eso que se ve es muy poco.