Todo el dinero del mundo

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Todo el dinero del mundo: la codicia, la culpa y la soledad

En julio de 1973 el nieto mayor del multimillonario J. Paul Getty fue secuestrado en las calles de Roma y sus captores exigieron un rescate de 17 millones de dólares. Ese es el punto de partida de la nueva película del veterano, prolífico y siempre talentoso director británico Ridley Scott. Más allá de un envoltorio típico de thriller (las negociaciones con un secuestrador que interpreta el francés Romain Duris, los distintos operativos policiales para dar con el lugar de encierro), Todo el dinero del mundo es, en realidad, un drama familiar que aborda cuestiones como la codicia, la manipulación, la culpa y la soledad del poder. El film tuvo mucha publicidad no deseada cuando, ya con el rodaje terminado, se decidió eliminar a Kevin Spacey y reemplazarlo por Christopher Plummer, en el papel de Getty. Con unos días de filmaciones adicionales y la magia de los efectos visuales se logró en tiempo récord un cambio no menor. El resultado, en este sentido, es admirable: Plummer (nominado al Premio Oscar por este trabajo) luce a sus 88 años como uno de los malvados más crueles, despreciables y al mismo tiempo creíbles del cine reciente. Charlie Plummer (como el adolescente cautivo), Michelle Williams (como la madre del joven raptado) y Mark Wahlberg (como el experto en seguridad enviado por Getty para ocuparse del conflicto) completan el elenco central de un film con un guion bastante elemental que el vuelo visual y narrativo de Scott logra disimular y potenciar.