Terminator Génesis

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

Una actualización para el Abuelo

Las dos primeras entregas de la saga “Terminator” son un fenómeno único, dos clásicos del cine amados por fans y símbolos de una generación que se crió entre los ‘80 donde habitaban los puns a los que el primer androide les robaba la ropa, y el filo de los ‘90, donde explotaron los Guns n’ Roses que pusieron “You could be mine” a la banda sonora (es inolvidable el videoclip, con escenas del filme y la aparición de un Schwarzenegger caracterizado de T-800, que buscaba a Axl Rose pero lo juzgaba “desperdicio de munición”).

La primera ganó los corazones con sus ideas (distopía tecnológica, viaje en el tiempo para cambiar la línea temporal, cyborgs, el percusivo motivo instrumental compuesto por Brad Fiedel), además de posicionar a James Cameron y consagrar al buen Arnold. En la siguiente, Cameron demostró que segundas partes podían ser mejores (lo hizo también con “Aliens”), Schwarzenegger era el actor mejor pago de su tiempo, Linda Hamilton estalló como la Sarah Connor guerrera y Robert Patrick pasó a la historia como el perfecto némesis: el T-1000 de metal líquido.

Para muchos, las siguientes dos entregas supieron a poco (no mucho más que Kristanna Loken como la T-X, agregaría alguno). Por eso, la apuesta de “Terminator Génesis” es convertirse en un “semi reboot” de la saga, y al mismo tiempo posicionarse como “la tercera”. Prescinde perfectamente de “Terminator 3: la rebelión de las máquinas” y de “Terminator: la salvación”, y con lo que sabemos de las dos primeras ya nos alcanza para entender casi todo. “Casi”, porque mientras en las dos primeras la línea temporal de Sarah era “lineal” (el segundo ataque seguía al primero) acá se abre el abanico de futuros, que ya fueron explorados por cientos como “Al filo del mañana” o “Looper” (qué lindo cuando tenemos que desarrollar en estas páginas teorías sobre el viaje en el tiempo).

Restart

Contemos un poco. La película nos pone en un punto previo a lo que vimos en el ‘84. Tras un ataque múltiple, parece que John Connor ha logrado derrotar a Skynet, pero sin evitar que mande al “primer” T-800 a matar a una ingenua Sarah. Kyle Reese es enviado a salvarla, pero antes de cruzar el tejido del tiempo ve un contraataque de Skynet, y ve visiones en su viaje. Llega a los ‘80, sólo para descubrir que Sarah ya está preparada y que tiene un T-800 envejecido (“el Abuelo”) con ella, que la ha criado desde que sus padres fueron atacados por algo parecido a un T-1000 en 1973: quiénes mandaron a uno y a otro son misterios.

Entonces ya todo se desmadra, aparece otro T-1000 (vestido de policía motorizado, para más gracia), Reese no entiende nada, pero sabe que el momento clave del “Día del Juicio” no será en 1997 sino en 2017. Así que, con una máquina del tiempo construida ad hoc, consigue viajar junto con Sarah, para reencontrarse con el Abuelo y descubrir que John Connor está allí y que ya nada es como se los habían contado.

Reload

Es interesante ver la evolución de Skynet: si en la “Terminator” original de 1984 la imaginábamos como una maligna supercomputadora, una HAL 9.000 en esteroides, en “Terminator 3: la rebelión de las máquinas” ya se nos revelaba en toda la potencia de su nombre (“red del cielo”), en tiempos del boom de Internet. A esta era de la multiconexión, “la nube” y demás, el embrión de Skynet es un sistema operativo global, el Genisys del título original. Quizás es de celebrar que la distopía tecnológica se mueva con nosotros y nuestro desarrollo, siempre un paso adelante.

También es ingeniosa la vuelta que le han encontrado a los personajes, empezando por la explicación de un Terminator viejo (aunque logren montar un rostro de Arnold joven sobre el voluminoso físico de Brett Azar, para hacer al T-800 “nuevito”). Y dos o tres nuevas relaciones que se tejen: ¿Qué pasa cuando Kyle Reese se entera de que él es el encargado de poner la semillita para engendrar a su líder? Eso cambia las cosas con la Sarita. Y si en “Terminator 2” la máquina pasaba a ser el héroe, acá es la figura paterna: desde las fotos y dibujitos a la escena de los cargadores, un divertido juego de yerno y suegro.

Y no puede faltar el modelo nuevo, extraoficialmente conocido como T-3000 esta vez conformado por alguna especie de nanotecnología recombinante que luce como viruta magnética, un poco al estilo de “Transcendence: Identidad virtual”.

Updates

Desde el elenco, la primera conquista es la recuperación del austríaco como protagonista, otro punto que la vuelve tercera en la saga. El ex gobernador se permite divertirse con un personaje que parece crecer en la comprensión emocional y al mismo tiempo es gracioso en su desconexión con el mundo humano, mientras juega con alguna de sus catch phrases (“I’ll be back”): personaje e intérprete se pertenecen ya definitivamente.

El otro logro del casting, que tuvo una final reñida según se cuenta, fue la elección de Emilia Clarke como la nueva Sarah. Es que nadie como la Daenerys Targaryen de “Game of Thrones” puede meter tanto espíritu y vigor en ese 1,57 curvado de redondeces sugestivas y labios trémulos y guerreros: son 52 kilos de “pura heroína” (de la que no hace mal al organismo, sino lo contrario).

Los dados del destino han puesto a Reese en un lugar central (la voz en off es suya aquí), y Jai Courtney logra estar a la altura de sus compañeros de trío, en la piel del guerrero del futuro. Completan el elenco Jason Clarke como un John Connor sin tantos ribetes de prócer (quizás elegido más por el devenir de la historia) y J.K. Simmons como el detective O’Brien, un policía medio pelotazo, obsesionado con robots y viajeros temporales.

El final es abierto de nuevo, la carretera es soleada en vez de nocturna, y quedan varias puntas abiertas para una continuación. “La actualización ha concluido exitosamente”, dirían los sistemas operativos del presente.