Ted 2

Crítica de Migue Fernández - Cinescondite

Seth MacFarlane es un realizador que sabe repetirse y ha hecho una firme carrera a base de ello. Plagio di plagio dirían Los Simpsons para hacer referencia a American Dad! -o, para el caso, The Cleveland Show-, que más allá de mantener una estructura y humor muy parecido al de Family Guy, tiene cierta identidad propia y ni hablar de éxito. En su paso al cine, el humorista buscó hacer las cosas de manera diferente.

Con Ted consiguió un debut en pantalla grande soñado, con una comedia de clasificación restringida que tuvo una de las recaudaciones más grandes del 2012, que gustó tanto a la crítica como al público, que obtuvo una nominación a un Premio de la Academia y que daba cuenta de un promisorio salto hacia otro medio, a pesar de mantener algo de humor televisivo. Sin embargo, su siguiente trabajo marcó un cambio de rumbo. El hombre no quiso repetirse y llevó adelante A Million Ways to Die in the West, una producción decididamente fallida que desperdició innumerables recursos a favor concentrándose en el peor tipo de humor que tiene. Y ahora llega Ted 2, una secuela en la que demuestra cierta intención de no reiterarse, aunque su resultado diste de ser el ideal y agote en tiempo récord la gracia de su personaje.

Dado que le encanta hacer referencias cinéfilas, "¿Why so serious?" le preguntaría The Joker a MacFarlane. Equipo que gana no se toca es algo que se tiende a decir, sin embargo el cómico elige un rumbo decididamente errado para encarar esta segunda parte. Ted cobró vida por arte de magia y nadie se preocupó en descifrar los misterios por los que lo hizo, así como ninguno se pregunta por qué Stewie habla, Brian anda en dos patas o por qué Roger tiene un humor tan cínico. El oso de la infancia se despertó, fue una celebridad fugaz y se mantuvo siempre al lado de John Bennett, creciendo juntos, divirtiéndose y drogándose en una eterna adolescencia. El realizador decide, en esta oportunidad, dejar el humor un poco de lado para enfocarse en las cuestiones legales y civiles que acarrea tener un peluche con vida. Lo que consigue, por momentos, se asemeja a un drama aleccionador con esporádicos toques de gracia, insuficientes como para hacer una comedia fuerte o siquiera una secuela digna, pero que bastan como para minar el poco peso emotivo que puede tener el planteo.

Un gran problema de A Million Ways to Die in the West se daba porque el realizador decidió asumir el rol protagonista, uno que no le calzaba para nada. En ese mismo sentido, Ted tiene un papel que en comparación es mucho más importante que el de Mark Wahlberg, con lo que el vínculo de amistad entre ambos carece del desarrollo de la primera parte, a medida que gana espacio la Tami-Lynn de Jessica Barth. El actor de la última Transformers es el personaje central de la original, mientras que el oso es el secuaz mal hablado y drogadicto que lo acompaña. Ahora hay una inversión de roles que relega a John Bennett a un puesto de acompañante. Las razones de su divorcio de Mila Kunis no se exploran, su actualidad laboral tampoco y menos aún su condición de adulto con un peluche parlante, temas que estaban bien presentes anteriormente. Sí se abunda sobre su nula vida romántica pero como una excusa para que Ted trate de ayudarlo a volver al mundo de las citas o para que conozca a la abogada que encarna Amanda Seyfried, quien se sumará al periplo legal del oso.

Guste o no el humor de MacFarlane, Ted tenía el mérito de ser verdaderamente divertida con un chiste tras otro. Al concentrarse en tantas cuestiones de índole dramática -derechos civiles, imposibilidad de tener un hijo por inseminación artificial o adopción, problemas maritales y demás-, Ted 2 se olvida de ser una comedia y la gracia escasea. El director y los guionistas Alec Sulkin y Wellesley Wild se enfocan más en darle entidad jurídica al personaje que en causar risas genuinas, con lo que se apunta en forma principal a recursos ya empleados en la primera -personajes como Sam Jones, Patrick Warburton o Giovanni Ribisi, ni hablar de ciertos gags-, a una gran cantidad de guiños cinéfilos, a un efectismo escatológico, a los cameos de celebridades y al humor televisivo de siempre. Esta continuación por momentos puede ser realmente graciosa y lograda -el musical del principio promete mucho más de lo que se obtiene-, con lo que la experiencia dista de ser un desperdicio. Pero en esta oportunidad la comedia no brilla ni por su ingenio ni por su frecuencia, en pos de una serie de calamidades que quieren llamar a la reflexión sobre los tiempos que corren. Con más fallos que aciertos, queda claro que Ted debió ser dejado en donde estaba.