Ted 2

Crítica de Cecilia Martinez - Función Agotada

La amistad genuina, no contaminada por ningún sentimiento negativo, es una de las cosas más hermosas que pueden pasarle a uno en la vida. Encontrar esa alma gemela y disfrutar de la vida juntos, sin las demandas ni el inevitable aburrimiento de la pareja, es una hazaña divina. La amistad genuina nunca deja que sus miembros se cansen uno del otro, o que caigan en la rutina, o que se recriminen cosas (esas miserias, como bien sabemos, están reservadas exclusivamente para el ámbito de la pareja). Mientras la pareja necesita de cambio y crecimiento, de aprendizaje, la amistad puede vivir en el eterno territorio de la meseta, eso que una pareja llamaría “estancamiento”.

Ted es una de las películas más lindas que existen sobre la amistad, la incondicionalidad y el paso del tiempo. Una película llena de humor, amor y personajes hermosos.

Ted es, una vez más, el peluche que todos quisiéramos tener: el amigo fiel, drogón, guarango, con sentido del humor, sensible e inteligente. Y, en esta nueva entrega, también es humano.

Es que Ted necesita ser humano para poder legalizar su matrimonio (sí, Ted se casó, hecho que trae el correspondiente peligro de la irrupción de la lógica progresiva de una pareja), trabajar, alquilar un departamento, pagar los impuestos y adoptar un bebé. Ted estandarizó su vida, sí, pero eso no molesta, porque sigue siendo el mismo, haciendo los mismos chistes, y con las mismas costumbres y los mismos rituales que comparte con John (Mark Wahlberg). Ahí está la amistad genuina, inalterable con el paso de los años y los compromisos, pese a todo y a todos (la escena del semen es una de las mejores cosas que vi en mucho tiempo).

En este sentido, es vital la comparación, ya que nada tiene de odiosa: ahí donde Ted aburría con el personaje anodino de Lori (Mila Kunis), Ted 2 nos regala a la hermosa Samantha (Amanda Seyfried). El personaje de Kunis era tan irritante que daban ganas de pegarle una cachetada cada vez que abría la boca. Era el prototipo de la mina insufrible, histérica, castradora, más preocupada por hacer encajar a John en un molde que por construir una pareja. Y el final con la reconciliación y la toma de conciencia de John era, cuanto menos, soporífero y conservador. Aquí MacFarlane parece haber tomado cuenta de esa traición. Por eso cambia. ¿Cómo? Con una mujer que sea la contracara de aquella. Hablamos de Samantha (una bocanada de aire freso, la mina copada, inteligente, buena onda, con sentido del humor, fumona como ellos, relajada, hermosa y talentosa en todo lo que hace, la mujer perfecta), ya que su irrupción profundiza aún más la amistad entre Ted y John, sin cambios, sin crecimientos, sin aprendizajes, porque no hay nada que corregir ahí.

Amanda Seyfried es una bocanada de aire fresco para Ted 2.
Me gusta Ted 2 porque, contra buena parte del cine coming of age mainstream, todo sigue igual, porque no siempre hay que cambiar, porque permanecer en el mismo estado de estancamiento puede ser hermoso, más cuando se trata de la amistad y de sus códigos.

Hay quienes dicen que las amistades se modifican, que uno cambia o madura y, por ende, los vínculos también lo hacen, porque si no, no hay crecimiento y todo se estanca o se termina. No estoy de acuerdo. Nunca lo estuve. Cuando una relación es fuerte y radiante, no hay crecimiento ni maduración ni caminos diferentes ni parejas que puedan atentar contra ella. Ni hijos ni matrimonios. Ted 2 quizá también se permita pensar la posibilidad de que la pareja sea vivida del mismo modo.

Y nosotros, felices, nos repetimos esos principios, como un mantra.