Teatro de guerra

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Lola Arias es una multifacética artista que entrecruza múltiples disciplinas y, en ese sentido, Teatro de guerra es fiel a su espíritu inquieto, experimental e inclasificable. Entre el documental, la ficción, el ensayo, el diario íntimo y el psicodrama, este híbrido que pendula entre lo lúdico y lo desgarrador resulta una experiencia al mismo tiempo desconcertante, fascinante y perturbadora que consistió en juntar durante varias semanas a seis veteranos de Malvinas (tres que lucharon del bando británico y tres del argentino) para que compartieran anécdotas, recuerdos e intentaran revisar y volver a actuar algunos de los momentos más traumáticos vividos en 1982.

Arias les propone a los excombatientes (hoy jardineros, pintores, policías) distintas situaciones y consignas que van desde recitar y actuar como si fuera una obra de teatro hasta hacer movimientos típicos de ejercicios bélicos. Entre ellos hay camaradería, solidaridad y comprensión, pero también desconfianza y tensiones internas. La directora los filma con objetos personales de gran valor afectivo e incluye desde materiales de archivo e imágenes de refugios y trincheras tomadas en la isla hasta maquetas a escala, soldaditos, mapas y tapas de revistas de la época.

Habrá discusiones apasionadas, lecturas de memorias, recuerdos del crucero General Belgrano, pasos de comedia absurda y hasta momentos musicales. Todo vale (por más chocante, ridículo o incómodo que pueda resultar) en esta película hecha desde la audacia y la provocación. Teatro de guerra es teatro y es guerra, es artificio y también lo más genuino e íntimo que pueden ofrecer estos hombres que coquetearon con la muerte y la locura.