Suzume

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Tras su estreno internacional en la Competencia Oficial de la reciente Berlinale y luego de batir récords de taquilla en los cines de Japón y China, se verá en las salas argentinas este notable trabajo del director de Your Name y El tiempo contigo.
-Este lanzamiento se da en medio del furor local (en sintonía con el internacional) por el animé, que incluyó desde la llegada a los cines de producciones recientes como Demon Slayer to the Swordsmith Village (anticipo del regreso de la serie) hasta reestrenos de clásicos de esa insoslayable fuente de inspiración que es el maestro Hayao Miyazaki como Mi vecino Totoro (1988), Princesa Mononoke (1997), El viaje de Chihiro (2001), El castillo ambulante (2004) y Ponyo, el secreto de la sirenita (2008).

Una adolescente de pueblo, un muchacho convertido en una pequeña silla de tres patas, un gato capaz de cometer las peores maldades y unas puertas que al abrirse desatan incontrolables fuerzas sobrenaturales que algunos confunden con terremotos. Con esos (y otros) elementos, el aclamado creador de Your Name construye una película íntima y épica, lúdica y grave, lírica y espectacular a la vez.

Visualmente deslumbrante (el animé en todo su esplendor) y narrativamente audaz, Suzume cuenta las desventuras de Suzume Iwato, una joven de 17 años de un tranquilo poblado del suroeste de Japón llamado Kyushu que, siguiendo los pasos de Souta Munakata, un misterioso hombre del que se enamora a primera vista, termina embarcándose en un viaje lleno de misterios y peligros.

Como buena parte de las heroínas del cómic, esta entusiasta, inocente, inmadura e impulsiva guerrera encontrará fuerzas de donde no creía que las tenía para luchar contra calamitosas energías que surgen de los portales en un relato que une lo iniciático con lo fantástico, la tradición con lo contemporáneo.

Hace algo más de dos décadas, el gran Hayao Miyazaki ganó el Oso de Oro de la Berlinale con El viaje de Chihiro. Si bien Suzume no llega a semejantes alturas creativas, su inclusión en la máxima competencia del festival alemán fue una audacia de programación y un caso de estrica justicia artística.