Sueño de invierno

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Escenas de la vida conyugal

El notable director turco Nuri Bilge Ceylan –que ya había sido premiado varias veces en el Festival de Cannes con films como Erase una vez en Anatolia, Tres monos y Lejano/Distante– ganó nada menos que la Palma de Oro en la última edición con esta ambiciosa (¡196 minutos!) historia de la crisis de pareja entre un veterano actor ya retirado de las tablas que regentea un hotel en Anatolia y su joven esposa.

El film -un prodigio de puesta en escena, guión y actuaciones más allá de su por momentos impronta teatral y espíritu chejoviano- describe los conflictos del protagonista (un intelectual presuntuoso, arrogante, cínico y egocéntrico) no sólo con la bella Nihal sino también con su hermana Necla, que ha ido a vivir con él luego de un traumático divorcio, con su servicial asistente y con unos inquilinos que no pagan el alquiler.

Sueño de invierno constituye un tratado angustiante y desolador -con algunos excesos de crueldad- sobre las diferencias de clase (que van del resentimiento a la sumisión), los conflictos religiosos en una sociedad con mayoría musulmana y las contradicciones internas de los cultores de la corrección política, que hace que aquellos que consideran al realizador de Nubes de mayo y Climas como un heredero directo de grandes autores como Ingmar Bergman, Andrei Tarkovsky y Théo Angelopoulos quizás no exageren demasiado. Su llegada a 13 salas argentinas, por lo tanto, es todo un acontecimiento cinéfilo.