Stockholm

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Cuando él conoció a ella...

Como una versión española de "Antes del amanecer", la película comienza como comedia romántica y desemboca en el drama.

Salvando las distancias, es como un Antes del amanecer de Richard Linklater, pero a la española.

Chico conoce a chica en una fiesta, salen a la calle, es de noche y él empieza a seguirla. "Me he enamorado de ti", le suelta él, y ella no le hace caso. Pero le escucha. Y siguen caminando por las calles y dialogando. ¿De qué hablan? De todo y de nada, que es como se conocen las personas, o al menos los jóvenes hipsters que retrata Rodrigo Sorogoyen en este filme inclasificable, porque si arranca como comedia romántica irá desenvolviéndose hasta conventirse en un drama.

La historia puede parecer la de un amor de una noche. ¿Eso es lo que quiere él? No es lo que quiere ella. Aquí las relaciones humanas son como pinten. El se desvive en su seducción, y el ritual sigue, y sigue. Hasta que ambos parecen ponerse de acuerdo en algo. Son anónimos, nunca se habían visto, pero desnudarán su alma bien entrada la proyección.

Como Jessie y Celine, él y ella saben dialogar. Tal vez no son tan filosos, pero se las arreglan. El director los va situando en distntas locaciones -la calle, el hall de entrada de un edificio, un living, dormitorio, terraza- como estructurando las bases de la relación. No es como el chateo, donde no se ve al otro y puede haber malas interpretaciones. Aquí él observa a ella y ella a él, y si no se da cuenta de algunas señales... pues bien, será demasiado tarde.

Demasiado tarde, tal vez, pasan algunas cosas en Stockholm. El interés va de un personaje al otro, y sin la sintonía y lo disonante que resultan los seres interpretados por Javier Pereira y Aura Garrido -deben arribar al realismo, atravesando capas de espontaneidad- otro sería el resultado.

Un encuentro de una noche bien puede ser un amor para toda la vida, pero no tiene por qué serlo. El filme de Sorogoyen hace un planteo que va modificando -que no es lo mismo que enriqueciendo- a medida que pasan los minutos y las miradas se transforman en caricias. De ahí que el final pueda -o no- parecer traído de los pelos.