Star Trek: sin límites

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Luego de diez películas y seis series para televisión el universo de Star Trek parecía agotado allá a poco de iniciado el nuevo siglo.
Sin embargo, en 2009 el nombre de J.J. Abrams y sus guionistas Roberto Orci y Alex Kurzman, lograron lo impensado, realizar un reboot a la altura del mito original, que cautivara tanto a fieles como a los recién llegados, y hasta a quienes desprestigiaban el germen. En 2013 vino la secuela, En la Oscuridad, y con el mismo equipo y fórmula, el resultado fue aún mejor.
Pero en 2015, Abrams cruzó el charco y partió hacia la vereda de enfrente, la saga Star Wars, y sin él, los dos guionistas también marcharon. Pero Star Trek debe continuar, cambio de nombres mediante ¿Logra la franquicia imponerse a los realizadores? La respuesta está en el medio, un sí parcial, y un fuerte no.
Durante las dos entregas superiores, Abrams y equipo se encargó de sentar bases claras, presentar los personajes, todo sin apuro, dando lugar a una muestra de caracteres individuales. El primer cambio notorio en este film dirigido por Justin Lin (Rápido & Furioso 3 a 6) y guionado por el actor Simon Pegg junto a Doug Jun, es precisamente ese, quitar el foco de los personajes a la acción.
Star Trek: Sin Límites no se anda con demasiadas vueltas, va directo al grano. Si la elección de un realizador significa algo, podríamos decir que los productores a la hora de escoger a Lin buscaban precisamente lo que lograron, una película que no de respiro, que pase de un segmento a otro y “no pierda tiempo” en el desarrollo, casi convulsiva; siendo claros, una Rápido & Furioso en el espacio.
Continuando por el mismo carril, el argumento esta vez es notoriamente más sencillo y con menos sorpresa que las entregas anteriores; por más que se intente disfrazarlo de cierta parafernalia que no aporta más que algo de barullo. La US Enterpresise, con su clásica tripulación, emprende una misión de rescate que termina en emboscada.
Con la rotura de la nave quedan varados en el Planeta Altamid, en el que habita Krall, el villano de turno interpretado con cierto desgano por el omnipresente Idris Elba. Krall busca una reliquia que se imaginarán en manos de quienes están, con la cual poder activar un arma superpoderosa. Esa es la premisa que se mantienen sin mucha evolución durante sus más de dos horas, quizás más corta en duración que las anteriores, pero que se hacen sentir más en la paciencia del espectador.
Kirk, Spock, Uhura, Sulu, McCoy, Chekov, y Scotty están todos otra vez, interpretados por los mismos actores, y la sensación también es que no tienen mucho para agregar. Como si anteriormente se hubiese hecho una presentación y ahora es solo cuestión de verlos en acción haciendo lo que ya les vimos hacer, quizás con más desenfado; esto hablando en el ritmo de montaje más que en pulsión de guion.
Remontándonos a la saga original (que también tenía filmes más flojos que otros), es probable que esta entrega se asemeje más a la “Nueva Generación”, en cuanto a la concepción de personajes y planteo de premisa. No hay tantos conflictos “protocolares” como algo parecido al espionaje básico.
Lo dicho, el montaje, la fotografía, y hasta el sonido (música incluida) colaboran a la furia que se le quiere imprimir al asunto. Todo es rabia, rapidez y neón de colores fuertes.
Otro sería el resultado final de no tratarse de una tercera entrega de una (nueva) saga con los lineamientos ya figurados, o más aún, de no tratarse de una historia con una mitología popular fuerte detrás. Sin Límites, tiene siempre la posibilidad a mano de refugiarse en los orígenes, de mirar hacia atrás, y dejar contentos a los fans; y es en esos momentos en los que se repone; cuando Lin y compañía entienden que esto es Viaje a los Estrellas y no la otra saga que lo hizo conocido.
Menor, pasatista, y con varios errores formales, Star Trek: Sin Límites puede ser un paso en fakso en una saga que aún busca una identidad propia, que extraña a sus creadores; pero que aún tiene el suficiente peso como para entregar algo de lo que queríamos ver. Que un tropezón no es caída, y Star Trek sigue siendo una historia con una fuerza imparable.