Sólo un hombre

Crítica de Blanca María Monzón - Leedor.com

La imposibilidad de sentir el ahora

“Solo un hombre” es un drama que encierra una historia romántica interrumpida abruptamente por el destino. Pero fundamentalmente es un film que tiene como objetivo hablar sobre un sentimiento, que se apodera con mayor asiduidad de hombres y mujeres. Y este es el miedo, todo aquello que paraliza, angustia e impide vivir y de hecho disfrutar de la vida, del presente, de lo único real, que es el ahora. Lo más cruel es que gracias a éste, se han cometido las mayores atrocidades en la humanidad.

La historia se desarrolla en un tiempo donde la guerra nuclear es inminente, así como el apogeo de los misiles a Cuba. Transcurre en un día en la vida de un hombre, al cual le es imposible imaginarse en un futuro. También es importante señalar que como contrapartida, el film habla sobre la cotidianeidad y sobre aquellos momentos pequeños de la vida, que en realidad son los grandes momentos de esta, donde uno se conecta con el otro, a través de compartir íntegramente la vivencia de un ahora, donde tanto el cuerpo como el espíritu gozan acompasados.

Los Ángeles, 30 de noviembre de 1962: Un profesor de Literatura y un arquitecto viven en pareja hace 15 años, este último muere instantáneamente en un accidente automovilístico por un exceso de nieve en la ruta.

Este acontecimiento desequilibra la vida de George Falconer, quien en la segunda escena se levanta por la mañana, intentando a través de una voz en off realizar afirmaciones tales como, “soy” y “ahora”, para intentar concentrarse en un presente, en el que se resiste vivir. Esta voz alterna con continuos flashbacks, trastocando la secuencia cronológica, con la intención de volver al pasado. Pero dicha estrategia narrativa es una elección, para mostrarle al espectador el modo en que funciona su mente, que es quien le impide vivir el presente. Y en realidad donde se desarrolla la historia.

“Solo un hombre” es la adaptación de la novela homónima de Christopher Isherwood, su director Tom Ford, la leyó en los 80 y le atrapó su sencillez y profundidad. Casi treinta años después decidió hacer con ella su ópera prima.

La representación de la época es más que exhaustiva. Su director proviene del Diseño y la Arquitectura y ha pertenecido a la industria de la moda, donde ha sido reconocido con numerosos premios. Eso hace que por una parte, el film muestre una perfección tal, que da cuenta de una obsesividad exacerbada, a la vez que nos remite a esa suposición consumista de asociar los bienes simbólicos con la felicidad, cuando esto se encuentra muy lejos de contribuir a él o a “Un mundo feliz”, como el de Huxley, (1932) El título de la novela, ya de por sí, no puede ser más irónico, puesto que al leer el libro una se queda con una sensación de desasosiego, vaciedad y una gran cantidad de impresiones que en nada se parecen a la felicidad. Además de una ironía es un anticipo de lo que sería el siglo XXI. No casualmente el libro que este profesor universitario lee en clase es “Viejo muere el cisne” “After Many a Summer” de Aldous Huxley (1954). Una de sus relevantes novelas donde Huxley habla de la inmortalidad del hombre, texto que le permite explicar a sus alumnos el tema del miedo a la soledad, a la vejez, y a las amenazas reales o imaginarias, que hace que recurramos a distintas opciones para evitar el sufrimiento que generan. Cómo ese fantasma al volverse colectivo, se ha hecho responsable de las grandes tragedias de la humanidad al irse apoderando de este mundo.

Se destaca la actuación de Colin Firth (George), que a veces con solo la mirada logra transmitir lo que siente y lo que piensa, que de hecho no es lo mismo. El personaje de Kenny (Nicholas Hoult), que viene a redimir literal y espiritualmente a George tiene anteriormente con él ciertas conversaciones, que asumen a través del relato un carácter simbólico, como el tema de su propio miedo, de cómo consume mescalina para poder vivir. No hay que olvidar que también es la época del descubrimiento de la mescalina y del LSD, cuyo consumo le hicieron a Huxley escribir “Las puertas de la percepción” (1954), y quien cuando muere se hace inyectar por su mujer una dosis de LSD, luego de haber dicho que “La muerte nunca debía ser afrontada bajo el estupor de los sedantes, sino bajo la claridad de los psicodélicos”.

Tanto el cambio de la luz, del color, como el silencio y la música juegan un papel importante en el clima, como en la estética y en la composición sicológica del personaje. Parte de la música pertenece a quien trabaja para Wong Kar Wai, el japonés Shigeru Umebayashi.

No podría afirmar que estamos frente a un film de esos que pueden cambiar la historia del cine. Si puedo decir que tanto en los 60 como ahora en el 2010. A pesar del exagerado preciosismo, de algunos recursos melodramáticos demasiado histriónicos y algunas sobre actuaciones. No impiden que en “Solo un hombre” pueda leerse, y no sólo entre líneas una apuesta a recuperar la carencia de espiritualidad, que sufre la mayor parte de nuestra sociedad y en ese sentido cumple con creces ese objetivo.