Solo

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

¿AHORA QUÉ?

A Martín Perino le piden que haga sonar una canción que signifique algo importante para su presente y pone Ahora que…, tal vez una de las mejores canciones de Joaquín Sabina. Ahora que… es toda una rareza dentro del cancionero de un autor al que le salen más fácil las canciones de ruptura que las de reencuentro (bueno, a quién no). Es el tema de un tipo que ahora vive con alegría aquello que antes era pesar porque, básicamente, encontró el amor. Entonces Martín pone el tema en su celular y se observa una emoción genuina. Pero para Martín, un ex niño prodigio del piano que estuvo internado cuatro años en el hospital psiquiátrico Borda por un caso de esquizofrenia, evidentemente la canción significa otra cosa, tiene otro sentido. Y canta aquello de “ahora que una pensión es un palacio” abriendo los brazos, feliz de haber salido del hospital y vivir en la casa familiar que le quedó como herencia. En un simple acto, convierte la metáfora en algo literal. Y llega el estribillo y lo canta a los gritos, con la efusividad propia del que atravesó un momento complicado y puede volver a sentirse vivo. Pero esa idea de algo que adquiere múltiple sentidos es un juego más que interesante que propone Solo, el documental de Artemio Benki centrado en la figura de Perino y en un par de asuntos complejos como la locura y la disociación que la sobreviene. Solo, acertadamente, evita los comentarios, la opinión médica y mira de frente a su protagonista para encontrar el reverso de esa marginalidad relacionada con las enfermedades psiquiátricas, que en ocasiones vuelven literal lo intangible.

Solo sigue a su protagonista desde el momento en que está por salir del Borda y durante el proceso posterior, cuando busca la manera de reinsertarse en la sociedad. No es fácil: Perino tiene una relación obsesiva con la música, él quiere tocar el piano a toda costa. Es lo único que siente que necesita en su vida. Por eso se va con un amigo hasta un festival de bandas metaleras con el fin de que lo dejen subir al escenario aunque sea cinco minutos para tocar el piano. No lo dejan. Las enfermedades psiquiátricas como las que padece el protagonista están relacionadas muchas veces con caracteres obsesivos y un nivel de auto-exigencia que puede resultar nocivo. Tal vez por eso el ámbito musical, el conocimiento de un instrumento y su mecánica, requiere de una repetición sistemática que en ocasiones puede llevar a esa disociación. En Perino es evidente, mientras habla, que sus manos quieren practicar la digitación, se mueven nerviosamente; también fuma -y mucho- nerviosamente. Benki captura eso y lo vuelve forma. Construye un documental de primeros planos o planos cortos sobre el rostro del protagonista, sobre sus manos, también sobre su espalda mientras recorre una ciudad impersonal con la vista perdida, tal vez, en ese piano que persigue como una cantimplora en el desierto. Todo remite a una insatisfacción, a una angustia interior que solo parece mitigar la música. Y esa asimilación de lo obsesivo vuelve tenso al relato, lo hace incómodo.

Esa incomodidad que consigue Benki no es solo superficial, es también una forma de aceptar la ausencia de una salida a la encrucijada en la que se encuentra Martín. La falta de un discurso que se superponga a la voz del protagonista, de psicologismos simplistas que adjudiquen los males a conflictos del pasado, es la más honesta aceptación que tiene el documental sobre una condición que acompañará al protagonista por siempre. En la voz de Martín se escuchan algunas ideas sobre su pasado, el vínculo con su madre -también pianista-, pero son pasajes más confesionales, catárticos, que no buscan ser condicionantes. Solo es una película que no recurre al mensaje tranquilizador del enfermo que se cura a través de la música, sino simplemente es la revelación de que un conflicto como el de Martín es puro presente. Porque logró salir del hospital, los problemas parecen haber quedado atrás, pero siempre aparecen situaciones que renuevan la angustia. En ese contexto es que jugando con aquel tema de Sabina y con la capacidad del protagonista por encontrar otro sentido, nos podemos preguntar, mientras lo vemos a Martín caminando y apurando un pucho por la calle, ¿ahora qué?