Skyline: La invasión

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

El departamento o la vida

Si quiere ganar dinero en el mundo del cine, dedíquese a los efectos especiales. Si no, fíjese en lo que lograron los dos norteamericanos que dirigieron esta película. Los hermanos Colin y Greg Strause se gastaron 500 dólares en el rodaje y más de 10 millones en los trucos visuales. Los entendidos dicen que los más de 800 que contienen los 92 minutos del metraje del filme superan en cantidad incluso a los que suelen usarse en una película de un gran estudio. Los muchachos (rondan los 35 años) lo tenían muy claro. Casi siempre juntos, trabajaron como jefes de efectos especiales en más de 60 largometrajes, varios de ellos superproducciones: Mi amigo Paulie, Terminator 3, El día después de mañana, Los cuatro fantásticos, Hulk, X men, Avatar, y siguen los títulos... En su primer test en solitario, recuperaron su apuesta durante el primer fin de semana de exhibición en EE.UU.

Skyline en inglés quiere decir “línea del cielo” y alude a que por allí empiezan a verse los invasores cuando toman por asalto a la ciudad de Los Ángeles, con fines que ni siquiera los protagonistas quieren imaginar. Estamos en un lujoso condominio de Santa Marina del Rey, California, después de una movida fiesta de cumpleaños, cuando el sueño posterior es interrumpido por un resplandor que entra por las celosías. Los jóvenes aletargados se asoman por las ventanas y ven lo increíble: brillantes naves extraterrestres suspendidas entre las nubes, e infernales máquinas de asalto volando y destruyendo la ciudad con el objetivo de chupar a todos los seres humanos que encuentran. Dentro del lujoso departamento, los jóvenes están a salvo, pero no por mucho tiempo...

Skyline se parece a una historia del cine clase B, retocada con los 10 millones de dólares mencionados. El grupo de humanos que quiere salvarse, por ejemplo, no actúa con homogeneidad, sino que se contabilizan internas fruto de engaños, falta de compromiso, celos, etcétera, que le agregan más inestabilidad a las situaciones creadas por los invasores, que ya de por sí tienen mucho suspenso y algo de terror.
La resolución de la mayoría de las escenas en espacios cerrados (departamentos, pasillos, cocheras, terrazas) también hacen pensar en una economía de recursos, aunque es imposible saber qué fue antes, si el huevo o la gallina (la decisión de escribir un argumento “pequeño”, o de invertir aquella fortuna sólo en la posproducción).