Sin nada que perder

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Western a la altura de la nueva época
El film se vale de una mezcla de policial y clásico del Oeste para describir el pulso social de la era Obama que permitió el nacimiento del fenómeno Trump.

Hay una teoría que afirma que para retratar la sociedad estadounidense de una manera más genuina que Hollywood hay que buscar un director extranjero. La teoría está avalada por películas como "París, Texas", de Wim Wenders, o "Atlantic City", de Louis Malle, y ahora también por esta excelente "Sin nada que perder" del escocés David Mackenzie, que utiliza el género policial para describir el pulso social de la era Obama que permitió el fenómeno Trump.

Escrita por el mismo guionista de "Sicario", Taylor Sheridan, la película es una original combinación de policial negro y drama social que quizá pueda definirse mejor como un auténtico western contemporáneo. Chris Pine y Ben Foster son dos hermanos de personalidades opuestas, abocados a robar sucursales de un mismo banco por desolados pueblos pequeños de Texas. La idea es robarle sólo al banco que está por quitarles el rancho familiar por no poder pagar la hipoteca, algo imperativo ya que en el lugar acaban de encontrar petróleo.

Jeff Bridges, ofreciendo otra de sus grandes actuaciones -su trabajo está nominado al Oscar al actor de reparto; una de las cuatro nominaciones además de mejor montaje, guión original y película- interpreta a un ranchero de Texas a punto de jubilarse, y que guiándose por su intuición empieza a esperar a los ladrones en los pueblos donde podrían estar por robar otro banco. En su locura criminal, el más delincuente de los hermanos, que interpreta Ben Foster, juega a ser un comanche, mientras que el veterano ranchero se la pasa burlándose de la sangre india de su compañero mestizo, adecuadamente interpretado por Gil Birmingham. Este par de dúos de oponentes le da una particular simetría a la historia, que empieza de manera fuerte con una seguidilla de robos a bancos, se detiene luego hacia la mitad para centrarse en la descripción del ambiente y los personajes, y vuelve a recobrar la fuerza con un desenlace memorable.

"Sin nada que perder" es rica en situaciones y diálogos que no son habituales, y su gran cualidad es que funciona en varios niveles, tal como sucede con lo mejor del género negro.