Shrek para siempre

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Esta emblemática saga arrancó con el que probablemente sea el más genial film de animación digital realizado hasta la fecha, dentro del poco tiempo que aún transita esta tecnología. Su divertida y desenfadada revisión de los cuentos infantiles, surcada por fenomenales personajes –especialmente ese enorme ogro verde cargado de gracia y ternura-, marcó un hito en el género hace ya casi una década. Por supuesto que la otra saga que ha competido en creatividad y talento ha sido –y es- Toy Story, y la significativa diferencia entre ambas es que las secuelas de la creación de Disney-Pixar han realzado de manera brillante los aciertos del film original, y no es el caso de las continuaciones de este producto de los estudios Dreamworks. Ni la segunda ni la tercera parte pudieron recrear los hallazgos de la primera película, convertidas en films infantiles de aventuras, escasos de ingenio, ironía y buen humor. De todas maneras Shrek 2 (con la inestimable aparición del fenomenal personaje del Gato con Botas) y Shrek 3 mantuvieron destellos que ahora, en el llamado capítulo final asoman renovados para redondear una muy buena última entrega.
Cuyas virtudes principales son ese fantástico hechizo que permite la irrupción de ogros y brujas por doquier y el recurso, por primera vez en esta saga, de un bien empleado 3D. Es que un Shrek demasiado familiero y civilizado precisaba de la vuelta de tuerca que le otorga esta trama, en la que se aviene a firmar un dudoso pacto con el villano Rumpelstiltskin que lo coloca en otra dimensión, en la cual vuelve a ser un fiero ogro que espanta a los aldeanos y que debe comenzar de cero. Por eso tendrá que volver a hacerse amigo de Burro, luchar por la libertad de sus congéneres y fundamentalmente, reconquistar a Fionna. Los ya habituales y divertidos trabajos en las voces de Mike Myers, Eddie Murphy, Cameron Diaz y Antonio Banderas, entre otras figuras, están bien resueltos en la versión castellana, aunque con algún exceso de mejicanismo. Fuera de esto, solo resta disfrutar de un más que digno epílogo shrekiano.