Séptimo

Crítica de Mariano Torres - Fuera de campo

A riesgo de quedar encasillado en las bondades de un espléndido género como lo es el suspenso, Ricardo Darín vuelve a ponerse en la piel de un hombre desesperado frente a una situación que le sobrepasa. Concepto básico delthriller: hombre común (ese mismo que tanto le fascinaba a Hitchcock) que sin quererlo se ve enredado en medio de una trama macabra y debe superar una suerte de obstáculos para recobrar la normalidad de su vida, vuelta de tuerca mediante que revela un villano en la persona menos pensada.

Es en este sentido, justamente, donde Séptimo cumple a rajatabla la estructura del género: en el primer acto Darín pierde a sus hijos bajando por la escalera de su edificio (pese a que la madre de los mismos le suplica que bajen por ascensor todos juntos y no se separen), en el segundo los busca frenéticamente hasta ir descubriendo pistas que conllevarán posteriormente a la tan deseada resolución, y en el tercero desmaraña la compleja trama con una conclusión donde casi nadie es quien parecía. El formato, está probado, funciona, y un buen ritmo mantiene atento al espectador. Sin embargo, falta algo: todo es tan clásico que Séptimo realmente parece una entretenida película de suspenso… de hace cincuenta años. El “plan macabro” detrás de la desaparición de los niños tiene demasiados agujeros como para funcionar y, casi como a consciencia de ello, la película avanza rápidamente para tapar este detalle, y la suma de casualidades funcionalmente narrativas entorpecen la tensión y distraen del argumento, que progresivamente se distancia de la realidad.

Séptimo es, sin duda, un divertido exponente del cine semi-nacional (en esencia Argentina, en práctica Madre Patria financiera con elenco y director propio), aunque está lejos de lo más interesante de la filmografía Darín.