Séptimo

Crítica de Lucas Rodriguez - Cinescondite

Séptimo tiene todas las fichas para ganarse el premio mayor. Desde una historia simple y sugerente hasta un elenco potable y consagrado, es ilógico pensar que le puede ir mal en taquilla o que la gente no se abalanzará en masa porque es la nueva película de Darín. Pero hay algo en el trabajo del español Patxi Amezcua que se siente forzado, insulso, demasiado aséptico y apuntado a la platea general, en un básico afán de generar dividendos con una historia poco inspirada y engañosa.

Está claro que de no ser por el pilar fundamental que supone el nombre de Ricardo Darín hoy en día, estaríamos frente a un film directo a DVD, pero la astucia de los productores detrás del proyecto quiso que las piezas funcionen como una bomba de relojería, un cóctel cinéfilo demasiado bien armado. Esto se hizo hasta desde la campaña publicitaria, en la cual se puede apreciar las sienes sudadas que pretenden atraer al público con la sola imagen del actor argentino, como si el señor no pudiese hacer un paso en falso y todas sus películas se consideren obras imprescindibles en la cinematografía nativa. También importaron a Belén Rueda, una de las caras ibéricas más bonitas del momento, que viene descollando desde su aparición estelar en El Orfanato y representa un exponente a tener en cuenta por su carisma e innegable buen ver. ¿Qué puede salir mal entonces?

La poca ambición del guión, firmado por el director y Alejo Flah, termina resultando el lastre para que la acción en pantalla nunca llegue a ahogar. La desaparición de los pequeños hijos del protagonista puede que tenga que ver con un caso mediático que su padre está conduciendo -es un abogado de alto calibre-, puede que hayan sido víctimas de la inseguridad del día a día porteño o puede que haya una conspiración más grande actuando desde las sombras. Sherlock Holmes aseguraba que una vez que se descarta lo imposible, lo que queda es la verdad por improbable que parezca, y ese parecería ser el precepto utilizado en este caso para resolver el misterio. Una vez que el protagonista haya gritado, empujado, prepoteado y suplicado a cada sospechoso que se haya cruzado en su camino, la única respuesta es la que resta. Tras muchas idas, venidas y suficientes migajas de pan para ir trazando el camino del rescate, la revelación final no sorprende pero tampoco decepciona, se queda a mitad de camino sin saber bien qué hacer con el peso dramático del momento.

Darín vende como siempre ese personaje cotidiano, que se puede ver en las calles de Congreso todo el tiempo, y se acopla a la idea de un padre empujado por las circunstancias a hacer lo que sea para rescatar a sus retoños. La contraparte femenina de Rueda al menos está bien explicada desde el guión y no se siente que tiene acento español porque sí, como suele suceder en muchos casos. El resto del elenco nacional cumple papeles sobrios y convencionales, como el portero de Luis Ziembrowski o el comisario de Osvaldo Santoro, mientras que la dirección de Amezcua no amerita mayor exploración, ya que apunta a telefilm por todos lados, aunque los planos aéreos de Buenos Aires digan lo contrario.

No hay manera de que Séptimo haga aguas en la taquilla argentina. No hay duda alguna de que el film pasará la barrera del millón de espectadores fácilmente y todo gracias a un estudio de mercado concienzudo que sabe lo que el público promedio espera al entrar a una sala. Pero una vez terminada la función, la sensación de haber visto algo anodino y poco provocativo seguirá latente durante unas horas, hasta desaparecer completamente del registro mental de cada uno.