Samurai

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Cruce de culturas en buen cine de género

La nueva película de Gaspar Scheuer, original, fantasiosa, antojadiza y de apabullante fotografía (Jorge Crespo, ¡maestro!), cuenta la aventura de un joven aspirante a samurai, cabalgando por nuestras tierras en compañía de un gaucho sin brazos, allá por las últimas décadas del Siglo XIX. Condición sine qua non: si uno cree que un gaucho sin brazos puede montar por sí solo a caballo ya puede creer todo lo demás.

Salvado este escollo, la anécdota es atractiva. En Japón, y en defensa de sus derechos de casta y su visión tradicional, los samurai desataron una revuelta rápidamente dominada por el ejército moderno del emperador. Su líder murió en el campo del honor, pero algunos dicen que se salvó y prepara la contraofensiva desde otro país. ¿Será acaso desde la naciente República Argentina? Hasta ahí llega uno de sus leales. Esperando la hora del combate, el hombre envejece. Su hijo elige dedicarse a la labranza. El nieto, en cambio, hereda la sangre guerrera del abuelo, y su arma bien filosa, que parece nacida para el consejo gaucho: "ansina si andás pasiando, / y de noche sobre todo, /debés llevarla de modo/ que al salir, salga cortando".

El problema es que cuando sale provoca un daño gratuito e irreparable, todo por apresuramiento. Un arma hermosa, una katana que despierta la envidia de un coronel coleccionista, y termina en manos de quien no la quiere, pero entiende mejor los conceptos primordiales de familia y sacrificio. La escena en que esto ocurre también es bastante absurda, pero está muy bien hecha y la fotografía luce antológica.

Y así es todo. En el fondo, el cuadro de enlace entre dos culturas antiguas, la del noble guerrero sin causa y la del gaucho malo que se pretende víctima. Y dos culturas nacientes, la del Japón que empezaba a salir del medioevo, y la argentina de la Generación del 80 representada por el coronel, con sus abusos pero también sus cosas buenas. Interesante este personaje, bien interpretado por el actor puntano Gustavo Machado. Muy bien los artistas "nisei" que debutan ante las cámaras, Nicolás Nakayama, Jorge Takashima, Kazuomi Tokagi y Graciela Nakasone. Inefable, Alejandro Awada como el criollo Poncho Negro, nombre que sorprende doblemente porque su poncho no es negro, y porque el personaje no tiene punto de contacto alguno con aquel heroico Poncho Negro de las historietas y la radio que alegró la vida de los niños allá por los años 50 (y su rápido caballo se llamaba Satán).

Para curiosos, la Rebelión Satsuma ocurrió en el 1877 de nuestra era, y años después su conductor Saigó Takamori terminó reivindicado por sus propios enemigos. El cine lo elogia en la épica "Okami yo rakujitsu o kire", de Kenji Misumi, 1974, y lo transforma en cualquier cosa, hasta le cambia el nombre, en "El último samurai", con Tom Cruise. Pero ésa es otra historieta.