Samurai

Crítica de Jonathan Santucho - Loco x el Cine

Encontrarse entre el honor y la realidad.

El año es 1879. El lugar, un desconocido rincón montañoso argentino. El conflicto del joven Takeo (el debutante Nicolás Nakayama) es decidirse por cual camino tomar. Por un lado se encuentra su padre, quien tras el exilio de Japón trata de integrar a su familia en esta nueva tierra. Por el otro, está su abuelo, quien se aferra al hogar del cual fueron desterrados, y alimenta a su nieto con lecciones y cuentos del mundo samurai. Entre esas historias, se eleva Saigō Takamori (si no recuerdan, era aquel que fuera interpretado por Ken Watanabe en El último samurai), líder de los rebeldes que conocieron su fin tras la Rebelión de Satsuma, en la cual el moderno emperador Meiji abrió fuego y acabó con la cepa de guerreros, así como con las esperanzas de esta pequeña familia de inmigrantes.

Es cuando muere el anciano de la familia, tras gastar sus últimas fuerzas para lamentar y delirar por el fracaso del ideal de Saigō, que el inocente Takeo entiende las cosas mal y cree ser enviado a buscar a la legendaria figura, no solo creyendo el rumor de que Takamori se oculta y arma su ejército, sino también convenciéndose de que lo hace en este país. Rechazando el plan de su progenitor de plantarse a sembrar, el muchacho sale con su caballo a buscar el mito.

Sin embargo, el verdadero descubrimiento llegará mediante el cruce cultural con el gaucho Poncho Negro (Alejandro Awada), lisiado veterano de la Guerra del Paraguay. Deceptivo y misterioso, es uno de esos sujetos que ganan la fama de personajes solo por lograr mantener deudas y rencores en cada madriguera imaginable, pero que afina con el chico: después de todo, el sistema también lo expulsó, aunque las botas que lo aplastaron fueron las de los presidentes fundacionales Mitre, Sarmiento y Avellaneda. Con la etiqueta de bárbaro pegada, Poncho Negro guiará al adolescente, mostrándole el lado sucio de otra sociedad que con la excusa del progreso los tildó de marginales, los aisló y, extrañamente, los unió.

Así, el director Gaspar Scheuer vuelve al terreno de la épica gauchesca antes abordado en su ópera prima El desierto negro, ahora sumando un drama de tradición con raíces en la tierra del sol naciente, y mezclando estos elementos a través del western, quizás el género más melancólico de todos. Agregando un rico aprovechamiento visual de los paisajes de San Luís, un guión bien marcado en las peripecias y conflictos de sus personajes, y un muy buen trabajo por parte del dúo protagónico, el resultado final es un particular film de iniciación, que mira de forma lenta e introspectiva el choque entre el honor del pasado y el precio de la prosperidad presente. Por eso, esta pequeña coproducción entre Argentina y Francia es una intrigante propuesta para los que quieran encontrar un relato de un tiempo tan olvidado como sus parias.

@JoniSantucho