Samurai

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

El cine argentino supo ser el más vibrante de América latina a principios del siglo XXI, en la primera década. En esta etapa de estancamiento -o quizá decadencia-, impulsada en buena parte por acciones y omisiones de política cultural, todavía puede ostentar uno de sus atractivos principales: el de su variedad (aunque menguante).

Samurá i, de Gaspar Scheuer, es uno de los ejemplos más claros de esta variedad de temas y estilos. Está hablada en parte en japonés y transcurre a fines del siglo XIX en la Argentina rural. Un joven de familia japonesa tiene un abuelo que le habla de los samuráis, de Saigo, el legendario (no llegar tarde y leer con atención las leyendas iniciales en la niebla de esta película, o ver El último samurái , con Tom Cruise).

Luego de algunos sucesos familiares, interacciones conflictivas con su padre y una muerte, el joven Takeo saldrá en busca del samurái, del que se cuenta que se fue de Japón para juntar fuerzas y volver. Esa búsqueda es una quimera, por lo que la película opta parcialmente por el formato de road movie, pero sin caminos trazados. Ahí la película se convierte también en una especie de western atenuado, contemplativo.

De preciosas imágenes, de gran poderío, con nitidez y con sonido superlativo (Scheuer es un sonidista de gran trayectoria), aunque a veces con música muy recargada, Samurá i es una película cuyos fragmentos, tomados de forma aislada, pueden impactar positivamente, incluso deslumbrar. Lo mismo ocurría con Desierto negro , la ópera prima de Scheuer, un western gauchesco de imágenes y sonidos apabullantes, tono grave y esteticismo ambicioso. Pero si Desierto negro tenía como aglutinante la historia de una venganza, en Samurá i la tensión argumental es menor y la narración queda aún más diluida: una búsqueda predestinada al fracaso, pero sin mayores abismos, con algo de laxitud, que redunda en falta de tensión y cohesión, y sobre todo en una lentitud no del todo justificada con la que este film desaprovecha buena parte de su enorme potencial. Aun así, esquivar el patriotismo argentino en estos tiempos nacionalistas, huir de la glorificación del pasado telúrico y hacer que los personajes vayan apagando su posible épica individual en una lógica no previsible son algunos otros méritos que se suman a los fotográficos y de sonido ya apuntados.

Samurá i es una película anómala, cuya anomalía se atenúa gracias a una prolijidad aparentemente inobjetable, pero que a la vez la termina limitando en potencia, en vibración, en alcance. Los buenos planos y la experiencia de un sonido de evidente profesionalismo pueden darse con una narrativa más briosa, que esquive menos la violencia que asoma y que no huya de las posibilidades de intensificación que brotan en diversos pasajes.