Rompecabezas

Crítica de Rodrigo Seijas - CineramaPlus+

Haciendo camino al andar

Film sólido, inteligente, que expone lo que quiere contar conrecursos cinematográficos.

Natalia Smirnoff ha sido asistente y/o ayudante de dirección de Lucrecia Martel, Pablo Trapero, Alejandro Agresti, Jorge Gaggero y Damián Szifrón, entre otros cineastas. Esta formación la aplica en función de crear un estilo propio, que la distingue en Rompecabezas, su ópera prima.

La película combina la ambición y el medio tono, en una mixtura casi paradójica, tanto en la trama como en la puesta en escena. Esto lo podemos ver desde el principio, en la primera escena, donde se festeja un cumpleaños que luego descubrimos es el de la protagonista, María del Carmen. La directora trabaja en principio con planos detalle, muy cercanos al personaje de María Onetto: va descubriéndola a ella y su entorno por partes y recortes, todos parciales, que no constituyen aún una totalidad. Lo mismo sigue sucediendo a medida que aparecen en cuadro su marido y sus hijos. De ninguno se aprecia una plena identidad, sino esta fragmentación, como si trataran de ordenar los pedazos de su vida.

Con el avance de la trama van apareciendo los planos medios y hasta de conjunto, en paralelo al descubrimiento de la pasión por parte de María del Carmen. Es ese hallazgo de algo que la define a nivel individual lo que la saca, al mismo tiempo, al mundo exterior, ajeno a la casa, para contactarse con el otro y lo otro. Lo llamativo es que ese proceso se da asimismo en el resto de la familia: el marido halla en el tai-chi una forma de armonizar con el mundo; el hijo menor se enamora y se engancha con toda la vertiente budista; el hijo mayor comienza a planificar su vida solo.

La tesis que emana del filme es evidentemente, el hallazgo de una pasión es lo que nos va definiendo como seres humanos y eso nos dispara numerosas cuestiones acerca de cómo canalizar esos sentimientos y las dificultades para comprender a los seres cercanos. El gran mérito de Rompecabezas pasa porque esto se desprende de la narración y el desarrollo de los personajes. Smirnoff no tiene que decirlo explícitamente. Los conflictos y la conciencia de María del Carmen de su lugar en el mundo se van configurando a nivel interno, revelándose a través de gestos y acciones.

El plano general con el que se cierra Rompecabezas muestra a María del Carmen, inserta en el paisaje, pero claramente distinguible. Es el individuo asentándose en el mundo. Smirnoff, por el cuidado que le da a sus criaturas, podría haberle dado más espacio al resto de la familia. No obstante, elige a una en particular, una mujer callada, acostumbrada a resignar deseos propios en pos de los demás, hasta que elige un camino propio que nuevamente la lleva una bifurcación donde tiene que retroceder en ciertas ambiciones. Vuelve al mismo lugar donde empezó, aunque en el medio algo cambió, la autoconciencia es otra. Las diversas elecciones que hace la realizadora son también declaraciones de principios, y muy saludables por cierto.