Rompecabezas

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

Qué buena película es Rompecabezas. Seguramente, su participación en la última Berlinale la excluyó de la competencia del pasado BAFICI e hizo que su estreno fuera más o menos rápido.

Con una María Onetto cada vez más afirmada como una de las actrices más potentes del cine argentino actual: todo los planos se los lleva ella, todos los gestos, los perfiles, esta mujer sin cabeza que parece tomar algunos de los aspectos tanto de la película de Martel como de aquella película de Mausi Martínez: Nunca estuviste tan adorable. Esa ama de casa de los 50 de la obra de Daulte revive en esta ama de casa bonaerense de los tiempos actuales. Aquel marido de Nunca estuviste... era mecánico, éste es autopartista. Comerciantes de negocio propio que no entienden cómo sus hijos pretenden otra cosa que esa vida.

Esta mujer tiene una lucha que pareciera de otros tiempos (vuelvo a pensar en la película de Daulte): elegir entre la sumisión en el hogar o hacer algo que le pertenezca. La sutileza del guión de Smirnoff (asistente de años de Pablo Trapero) no hace suponer que esos extremos sean excluyentes sino más bien complementarios. Su función de mujer-madre atenta y abnegada en ese hogar de hombres (perfectamente revelado en la primer secuencia de la fiesta de cumpleaños) se ve alterada por la decisión propia de enamorarse de un juego de mesa, única cosa en la que se siente buena.

Ese es el lugar más interesante de la película: Smirnoff no conmina a su personaje a elegir sino más bien a entender que la vida puede tener otras cosas. Primer paso para que los demás también lo entiendan.

Atención entonces con esta película y esta directora de aquí en más.