Roma

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Roma es una película dirigida por Alfonso Cuarón, ambientada en un barrio del México DF al comienzo de la década del setenta. Filmada en blanco y negro, el film cuenta la historia de Cleo (Yalitzia Aparicio) y Adela (Nancy García) las nanas y empleadas de una familia de clase media mexicana. Ellas se encargan de la comida, la limpieza y cuidar a los cuatro niños de la familia. El matrimonio para el que trabajan tiene una relación tensa y claramente marcada por la figura paterna tal cual se la entendía tradicionalmente en aquellos años. Papá vuelve con su auto impecable mientras mamá y los niños lo reciben felices, o al menos eso parece. A partir de ese arranque veremos cómo se desarrolla la historia de Cleo y todo lo que le ocurre en su vida más allá de la familia para la que trabaja. Al mismo tiempo se hace un retrato de la vida de México en aquellos años. Cleo, la familia tradicional, la historia de un país, todo unido en una película ambiciosa con destino de clásico.

Por muchos motivos Roma ha dado y dará mucho que hablar. Recién a fines del 2018 se estrenó en algunos cines y al mismo tiempo en Netflix. Se trata de una tendencia que marca un posible camino para las producciones que no aspiran a récords de taquilla. Pero el aspecto comercial no tiene mucho que ver con el contenido de la película, por lo que ese tema puede ser tratado fuera de las críticas de cine. Como toda la película que llama la atención, las primeras opiniones terminan formando parte de las segundas opiniones. Así las críticas en pocos días parecen haberse volcado a discutir las opiniones de otros más que a exponer las propias. Ese debate sin duda es interesante, pero va dejando de lado a la propia película. Siempre es mejor, aunque nunca es fácil, responder con sinceridad y honestidad acerca de lo que realmente nos produjo la película y lo que tenemos para decir sobre ella.

El pequeño pero descomunal plano inicial de Roma es el anuncio de la imponente película que nos espera. Las baldosas de un patio que comienza a ser baldeado. Cuando el agua cae sobre el suelo se refleja el cielo, por ese cielo pasa un avión mientras se sigue limpiando y pasando el agua enjabonada, al final de los títulos la cámara va cambiando su inclinación hasta mostrar todo el patio y la puerta de calle, mientras Cleo termina de baldear. Es una plano de una gran belleza y de un enorme preciosismo. El esteticismo es la marca de Roma. En casi todas las escenas el trabajo estético se impone por encima de cualquier otra cosa. Su propuesta hiperrealista hace que todo lo cotidiano, real, auténtico se vea cinematográfico, espectacular, exagerado hasta parecer falso. Un patio, un auto, una calle, todo se convierten en algo demasiado real, como una fotografía blanco y negro de los setenta sacada por una fotógrafo genial. Es una decisión estética que le da a la película una presentación abrumadora. Hasta la más común de las escenas se vuelve memorable. Se podrá discutir si esto es bueno o no, pero el impacto visual está. El ancho de pantalla, el gran angular, lo muchos paneos y movimientos de cámara que la película poseen son un show en sí mismo. Muchas veces se olvida de que va la escena o cuál es su sentido, porque abruma lo visual y lo sonoro.

De la misma manera que algunos planos de Niños del hombre y Gravedad parecían imposibles aun al verlos, acá ocurre lo mismo, pero no en un film de ciencia ficción o en el espacio, sino en las calles, las casas, los negocios, los hospitales y otros espacios reales elegidos por el director. En Roma la cámara parece viajar en el tiempo para encontrarse en aquella época, no se percibe por momentos la reconstrucción, simplemente parece que estamos allí. Mérito del gran Alfonso Cuarón y su enorme talento visual. Más allá de ideologías y posturas, Cuarón habla el lenguaje del cine. Su talento para narrar se percibe desde su maravillosa La princesita (1995) hasta su reconocimiento por Gravedad. Su filmografía, más corta de lo que se podría imaginar para alguien que comenzó a filmar largometrajes en 1991, incluye films mexicanos y norteamericanos. Su ópera prima Solo con tu pareja (1991), Y tu mamá también (2001) y Roma (2018) son sus films mexicanos y La princesita (1995), Grandes esperanzas (1998), Harry Potter y el prisionero de Askaban (2004), Niños del hombre (2006) y Gravedad (2013) sus películas norteamericanas o en coproducción con Gran Bretaña. Sus méritos están repartidos, aunque sus mejores títulos son las grandes producciones, queda claro que en Roma Alfonso Cuarón busca tanto su habitual talento visual con ambiciones de prestigio y autenticidad de otra clase. Alfonso Cuarón figura en los títulos como director, guionista, productor, director de fotografía y montajista, claramente es el autor del film. Más allá de lo que se sepa del director y Roma parece evidente que estamos aquí frente a una obra más personal en le elección de personajes y época. Eso no nos debe importar en lo más mínimo a la hora de evaluar sus méritos. Lo que está en la pantalla es lo que importa, lo demás es anécdota. Tampoco es relevante que tan cercano estemos a esa época o esa ciudad, porque si eso tuviera valor, el arte solo nos importaría en tanto que hable de nuestro pequeño espacio en este mundo y por suerte no es así.

Qué una película despierte una ola de rumores de premios, que sea considerada genial desde un primer instante no significa que sea una obra maestra ni tampoco que sea exactamente lo contrario. Como muchos films ambientados en el mundo de la infancia –aquí la protagonista es Cleo, pero la película se detiene a analizar y entender a los cuatro niños de la familia, en particular al que más conversa con ella- lo que despierta a su alrededor suele terminar en premios y reconocimientos. Pero esto es cine, no una carrera, es decir que no gana el mejor, no es esa clase de victoria. Cuando un film recibe premios de lo único que se trata es de como diferentes grupos de personas reciben ese film. Los premios son un termómetro de un tiempo y un lugar, no un sello inequívoco de calidad. No tiene mucha sentido enojarse o alegrarse por eso, aunque por entretenimiento todos los cinéfilos lo hayamos hecho. Es cierto que los films de perfil bajo que no llaman la atención sobre su grandeza suelen pasar desapercibidos al hablar de premios. O que los éxitos de taquilla que explotan a la perfección y de forma sublime los géneros muchas veces también se quedan afuera. Pero una vez más, eso es problema de los premiadores, no de las películas. No hay motivo para sospechar de las intenciones de Alfonso Cuarón, porque él tiene una filmografía variada, siempre vinculada con el más puro amor al cine.

Queda, finalmente, preguntarse si lo apabullante que es visualmente Roma nos va a impedir ver cosas que en mi caso personal no son marcas del mejor cine. A las escenas surrealistas de algunos momentos o a los conmovedores instantes que cierran en el film, hay que sumarle otros que van en dirección contraria a toda idea de sutileza o confianza en el lenguaje del cine. La presentación del padre, estacionando el auto, tiene tantos subrayados que lo que es un interesante apunte de infancia se vuelve una escena torpe de reclamo anti patriarcal. No hay ningún suspenso o esperanza con respecto a ese personaje, lo que representa está demasiado marcado. La potencia de otros momentos se pierde en esos instantes. No será la única falta de sutileza. Escenas posteriores entran, ya sin pudor, dentro imágenes más abyectas, completamente fuera del tono del director, lanzadas hacia la crudeza y pasando algunas rayas en el camino. No hay un manual de buen gusto, cada director y cada espectador elige, para mí Cuarón era un cineasta más pudoroso y clásico hasta esos momentos. El peso de estas escenas no es menor, para nada.

Cleo, en su largo derrotero a lo largo del film, tiene la condición de heroína poderosa de otros personajes de Cuarón, como Sara en La princesita o Ryan en Gravedad, ella resiste y sobrevive. Como en La forma del agua la película ganadora del Oscar del año pasado, dirigida por el mexicano Guillermo Del Toro, los personajes femeninos se enfrentan a un orden masculino. En aquel film era el norteamericano, en Roma es el mexicano. Ryan en Gravedad estaba sola, pero Sara y ahora Cleo tienen otras mujeres que las acompañan. La Sra. Sofía (Marina de Tavira) es la madre de la familia y aunque no es la protagonista también se está enfrentando a ese mundo de hombres ausentes. Por los antecedentes de Alfonso Cuarón queda claro que no es una especulación coyuntural, él ya tuvo esta clase de personajes. Si los tiempos que corren le permiten a esta clase de historias ganar premios o prestigio, esto es algo que lo excede. A diferencia de la película de su compatriota Del Toro, no se le ven a Roma los hilos de un plan para conformar al público. La escena en la playa tiene uno de los momentos más altos a nivel dramatismo que se hayan hecho en el cine actual, su poder no es ideológico sino cinematográfico. Un momento en el cual lo estético no se impone sobre la emoción de la escena. Aunque se pueden hacer muchas -e incluso contradictorias- lecturas de Roma, sus mejores momentos son de puro cine.