Road July

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Nuevas rutas que merecen ser recorridas

Resulta inevitable trazar puentes intertextuales entre dos películas argentinas bastante recientes, Por un tiempo y Villegas, con este film proveniente de Mendoza, Road July, del director Gaspar Gómez.

Por un lado, por apelar al recurso de la road movie para marcar la curva de transformación de Santiago (Francisco Carrasco), quien se entera repentinamente que tiene una hija de 10 años llamada July (Federica Cafferata), cuya madre ha fallecido a causa de un cáncer y por ese motivo el cuidado de la niña ha recaído desde entonces en su cuñada Valeria (Verónica Nonni), necesitada de que alguien pueda hacerse cargo de su sobrina porque ella no da abasto.

En lo inmediato, esta historia nos remonta al conflicto central que planteaba el debut de Gustavo Garzón como director en Por un tiempo, en la que el personaje principal, interpretado por Esteban Lamothe, debe hacerse cargo de una hija -en la piel de Tamara Garzón- por un pedido expreso de su madre enferma, ex novia y perteneciente a un pasado lejano. Ese mismo panorama define esta improvisada paternidad, no buscada ni querida por Santiago, quien acepta trasladar a la pequeña a la chacra de su abuela (excelente Bettiana Blum) en San Rafael, a bordo de un destartalado pero entrañable Citroen 3CV, elemento dramático que funciona tanto como lugar de encuentro literal o espacio simbólico para la relación padre e hija durante el recorrido por rutas mendocinas.

En el film de Garzón, el círculo de confort de Lamothe y su novia se ve enteramente trastocado a partir de la llegada de la extraña pero esa novedad es precisamente la que aporta un cambio en él para replantearse su vida y asimilar el nuevo desafío que implica un vínculo afectivo mucho más profundo y solamente reducido a la intimidad con el otro.

Sin embargo, aquello que en el film Por un tiempo motoriza un drama desde el punto de vista de la crisis de esa pareja moderna, en Road July se transforma en una road movie y a la vez en un film intimista que goza de muy buena salud por despegarse de los clichés y encontrar un camino propio, que a veces se atreve a tomar atajos con el humor, otras para dejar que fluyan las palabras en diálogos creíbles y no forzados, algo que solamente la magia y la química entre Francisco y Federica puede concretar en varias ocasiones.

Desde ese lugar de la búsqueda de identidad propia surge la interconexión con el otro film anteriormente citado, Villegas, de Gonzalo Tobal, paradójicamente también protagonizado por Esteban Lamothe y que hace del recurso de la road movie su mayor virtud en el caso particular del pretexto que marca el reencuentro de dos primos y su transformación durante el viaje por otras rutas argentinas.

Tanto Villegas como Road July expresan una voz distinta; trabajan con el paisaje como trasfondo y no como excusa turística, así como utilizan el recurso de la banda sonora a cargo de Maxi Amué tanto desde sus aspectos incidentales como con la selección rigurosa de canciones para completar un concepto cinematográfico y una mirada personal que se vale del género -o de los géneros- para encontrar vuelo propio con un apego y confianza tácita en la historia y en los personajes.

Las coincidencias o semejanzas no deben entenderse o malinterpretarse; lejos de despertar suspicacias simplemente hablan de la inauguración o por lo menos del origen de una voz con rasgos de identidad propia que se conectan con ese nuevo cine argentino que rompió estructuras y moldes vetustos con el agregado de ese deseo que expresa y pide algo novedoso dentro de lo novedoso, nuevas rutas que merecen ser recorridas.