Ritual

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Sorpresas que depara el bosque

La frontera entre la simple presencia de estereotipos automáticos del género de turno y la utilización de los mismos desde la astucia puede rastrearse fácilmente en una obra como El Ritual (The Ritual, 2017), un opus británico disfrutable que saca partido de cada cliché al que echa mano para garantizar un relato quizás no avasallante aunque muy redondo y adictivo a más no poder. A nivel general el film nos propone una serie de combinaciones algo bizarras para cada fase de la narración, así tenemos una primera parte símil aventuras angustiosas en sintonía con Deliverance (1972) y El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999), un segundo capítulo que apuesta al acecho y las peleas cíclicas de trabajos como Diabólico (The Evil Dead, 1981) y El Descenso (The Descent, 2005) y finalmente un último acto en el que se da cita el lúgubre ritual del título, el cual le debe mucho a El Culto Siniestro (The Wicker Man, 1973) y La Bruja (The Witch: A New-England Folktale, 2015).

En esta oportunidad el catalizador trágico de la historia es el asesinato a sangre fría de Robert (Paul Reid), producto de un robo en una tienda y ante los ojos incrédulos/ temerosos de su amigo de la universidad Luke (Rafe Spall), quien al ver a los asaltantes se esconde y no hace nada cuando uno de los susodichos le rompe la cabeza a Robert con un caño. Seis meses después, todo el grupo de allegados al finado -el cual incluye a Hutch (Robert James-Collier), Dom (Sam Troughton), Phil (Arsher Ali) y el propio Luke- decide llevar a cabo una idea que Robert les había comentado justo antes de dejar este mundo, vinculada a emprender un viaje al Parque Nacional Sarek, un área de Suecia que unifica planicies con montañas y bosques, para consagrarse al senderismo a modo de homenaje y despedida del amigo fallecido. Las buenas intenciones pronto se desvanecen cuando Dom se lastima la rodilla y Hutch propone un atajo a través del espeso bosque para regresar a la civilización.

Primero los cuatro hombres se encuentran con un alce destripado colgando de los árboles, luego descubren símbolos raros tallados en la madera y a posteriori se topan con una cabaña destartalada que en su planta superior guarda una efigie que se asemeja a un torso humano con astas en vez de manos, un lugar en el que deciden pasar la noche para escapar de una tormenta y que deriva en comportamientos extraños e involuntarios por parte de todos (Hutch se orina encima, Dom grita aterrado el nombre de su esposa, Phil se halla a sí mismo desnudo y rezándole a la tenebrosa figura y Luke padece de repentinas heridas punzantes en su pecho y no puede sustraerse de alucinaciones varias en las que la arboleda y la tienda donde murió Robert se convierten en un único contexto de pesadilla). A partir del momento en que los muchachos abandonan la cabaña para continuar su camino, la trama gira hacia el acoso de un monstruo/ entidad primordial lovecraftiana -venerada por supuesto por los simpáticos locales- que se irá “cargando” uno a uno a los pobres turistas ingleses, quienes además comenzarán a reprocharse mutuamente su cobardía y/ o inacción.

Sin duda uno de los puntos fuertes de este opus de David Bruckner, codirector de la amena The Signal (2007) y realizador en solitario de un episodio apenas pasable de Las Crónicas del Miedo (V/H/S, 2012) y otro de Southbound (2015), es la introducción de un registro cercano al costumbrismo semicómico dentro de un desarrollo narrativo mayormente tétrico, jugada que posibilita identificarnos con la afabilidad compartida de los personajes sin caer en los recursos bobos y pueriles del mainstream hollywoodense. En este sentido, el cineasta construye su mejor trabajo a la fecha al mantener siempre alta la tensión, al coquetear con las sorpresas que depara el laberinto boscoso y al aprovechar la evidente química entre los intérpretes y en especial la versatilidad de Spall, un excelente actor que aquí por fin encuentra un vehículo que le permite lucirse en un rol estelar. A pesar de que el desenlace es un poco leve si lo comparamos con el derrotero previo, la verdad es que en cierta forma se condice con el tono mundano de una película con un gran corazón y con sus pies sobre la tierra, atenta a la idiosincrasia de cada personaje y a esa intensidad mitológica de fondo…