Ritual sangriento

Crítica de Matías Gelpi - Fancinema

La ignorancia es una bendición

Ritual sangriento (que en inglés se llama We are what we are, algo así como Somos los que somos) es la versión norteamericana de la película mexicana de 2010 Somos lo que hay, dirigida por Jorge Michel Grau. Para terminar el año con la mayor sinceridad posible, este crítico quiere confesar que no vio la película mexicana, por lo cual lo anterior es sólo un dato anecdótico que sirve nada más que para no ningunear el verdadero origen de esta historia, que por otra parte es bastante buena.
Este 2013 ha sido un año de aislados aciertos para el cine de terror: tenemos la excelente remake de Posesión infernal de Fede Alvarez, y dos intervenciones de James Wan en el circuito comercial, con la buena El conjuro, y la un tanto más irregular La noche del demonio 2, además de la simpática e intrascendente El último exorcismo 2. Esto en medio de una catarata de cosas fallidas e infladas como Mamá; porquerías como Ausencia; el innecesario estiramiento del uso de la cámara en mano proporcionado por las Crónicas del miedo 1 y 2; esa secuela absurda que es La masacre de Texas 3D, que se encarga de subrayar todo el tiempo las tetas de Alexandra Daddario; y también la absolutamente absurda Cacería macabra. Pero a Ritual sangriento la podemos ubicar entre las primeras.
No vamos a encontrar nada nuevo en el argumento pero sí algo bien propio del género: es la historia de una familia de caníbales oculta en un pueblo olvidado de la América “profunda”. Podemos decir que si un 1% de lo que sucede en las películas de terror que transcurren en el sur olvidado de Estados Unidos sucede en la realidad, debe ser más agradable pasar un fin de semana en Termas de Río Hondo con Etchecolatz que pasear por aquellos páramos. Chiste aparte, el primer gran acierto de Jim Mickle es adaptar la historia a Estados Unidos de manera tan orgánica que así como está contada no podría suceder en otro lugar. Luego, el director hace una excelente lectura del registro que tiene que utilizar, por lo cual Ritual sangriento es en principio una tragedia clásica, y también un drama intenso que se apoya en la solidez de las actuaciones de sus protagonistas, sobre todo de Ambyr Childers y Julia Garner, que tiene una mirada cuanto menos perturbadora.
Entonces Ritual sangriento se acerca más a la excelentísima Lazos perversos que a La masacre de Texas o a Despertar del Diablo (si no me creen comparen los pósters, son idénticos). También hay que decir que el resto de los personajes no tienen los matices de los protagonistas y sí parecen sacados de los estereotipos del género. La madre, el sheriff, el novio de una de las chicas, la vecina y hasta el médico (personaje importante que es quien pone en movimiento al guión) son más bien esquemáticos y predecibles. Y ya que estamos dentro de las pocas negatividades de este film, mejor mencionamos la absurda insistencia de Mickle en incluir diálogos en referencia al título y el conflicto de la historia. Tenemos a los personajes preguntando demasiadas veces por qué son como son o afirmando que son esto que son, lo cual es innecesario y sorpresivamente grueso para la sutileza que maneja el resto de la película. Pero volvamos con un punto positivo: el final es de una intensidad mayúscula.
Habiendo dicho esto vamos ahora a hacer nosotros referencia al título de esta crítica, La ignorancia es una bendición. Uno de los principales temas que se desprenden de la trama es acerca de las creencias y las tradiciones ligadas a ellas. Una verdad que resuena en aquel chiste de hace un par de párrafos acerca de la América “profunda”, es que en el interior olvidado de los países existe, aún muy arraigadas, tradiciones, cultos y creencias, que en gran parte son reservas culturales pero que también contienen algún porcentaje de prácticas despreciables, hijas de la ignorancia y la persistencia absurda sólo por el valor histórico, como en el caso del toreo. Una de las cosas más terroríficas de Ritual sangriento es que nos muestra a Frank (Bill Sage) aferrándose descarnadamente (nunca mejor dicho) a su creencia porque es un hombre demolido, y ese es su único sostén existencial, eso que hace es lo que es, como claramente afirma una y otra vez esta película. A este crítico, que adhiere a un ateísmo de fast food, le asustan mucho ese tipo de personas.
La ignorancia es una bendición (con toda la connotación religiosa de esta palabra); la ignorancia es felicidad dice un temazo de los Ramones; “hay cosas que no queremos saber” grita Flanders en un excelente capitulo de Los Simpson; la ignorancia puede ser una horrible tragedia, tal y como lo cuenta Jim Mickle en su buen Ritual sangriento.