Rembrandt's J’Accuse

Crítica de Claudio D. Minghetti - La Nación

Una noche en el Rijksmuseum

Peter Greenaway se propone resolver, como si fuera un médico forense con múltiples recursos audiovisuales a mano, el crimen contenido en La ronda nocturna , el cuadro firmado por Rembrandt Harmenszoon van Rijn, en 1642, dentro de la conocida como "edad de oro" holandesa. Lo hace a partir de 30 puntos, hipótesis que -aclara- sólo podrá resolverse en el número 31.

La mayoría del público, dice Greenaway con el toque de cinismo que lo caracteriza, es "analfabeto visual". Durante la proyección de Rembrandt´s J´accuse , complemento de su anterior Nightwatching (recreación de la génesis del cuadro en cuestión) se propone dar herramientas para que el público sea quien, en definitiva, saque sus propias conclusiones acerca del vínculo que existe entre la historia pintada y el desenlace en la vida del artista. Esas herramientas serán las que permitirán ver un crimen para Greenaway tan expuesto como la famosa "carta robada" de Edgar Allan Poe.

El cineasta vuelve sobre sus recursos; en este caso para poner sobre la pantalla un espectáculo que le sirve como un PowerPoint a un experto que trata de demostrar que su hipótesis es razonable. El guión de Greenaway es una interpretación particular de la deconstrucción según Jacques Derrida, un tipo de pensamiento que critica, analiza y revisa fuertemente las palabras y sus conceptos, en este caso aplicada a las imágenes.

Las recreaciones actuadas por personajes que hablan y confiesan sus angustias de cara a la cámara-espectador, ayudando a dilucidar lo ocurrido, las escenografías ( algunas apenas sugeridas, otras más pomposas), la música como complemento algo más que funcional y muy en especial la fotografía (en alta definición) de Reinier van Brummeler, que trabaja la iluminación siguiendo al maestro de la pintura, construyen un todo armonioso.

Para los amantes de las artes plásticas, Rembrandt´s J´accuse puede resultar tan placentera como tocar el cielo con la punta de los dedos y para el resto del público, con conocimientos de arte o sin él, un relato hipnótico sesgado por el género investigativo, que va de lo detectivesco a lo estrictamente documental.

Es el principio. Dentro de poco, amenaza el cineasta, le llegará el turno a La última cena , de Leonardo Da Vinci, y las claves de cada uno de sus personajes, relacionadas con la fe cristiana, mientras que para 2012, se meterá en el Guernica , de Pablo Picasso. Habrá que seguirlo.