Reality

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

Delirio para todos

Una mirada llega del cielo, desciende lentamente como sólo el cine puede mostrarlo. Una panorámica sostenida un par de minutos aterriza en la Tierra, como si una entidad celeste se propusiera examinar la vida de los napolitanos. ¿Quién mira? ¿Qué ve? Un plano cenital acompaña el desplazamiento de un carruaje de otro tiempo. ¿Por qué el primer punto de vista del filme es vertical y flotante? El plano siguiente es sencillo: del carruaje bajan los novios. Se trata entonces de una boda. La cámara que desciende al principio volverá a su origen al terminar la película. ¿Qué es este círculo visual? He aquí la clave física y formal del filme.

Se dirá que en este perverso cuento de hadas se lee la época que hizo de la intimidad una materia predilecta del espectáculo. Luciano, que vive relativamente bien con su mujer y sus hijos y algunos familiares en Nápoles, llega a vender su pescadería creyendo que será seleccionado para Gran Hermano. Luciano cree estar destinado a triunfar, un imperativo del presente. ¿Llegará a la famosa casa?

Tras una audición, la ilusión de Luciano por convertirse en una estrella del reality se transformará en una obsesión y después en pura paranoia. Un grillo en la pared de su casa puede ser un ingenioso dispositivo de observación; los transeúntes pueden ser agentes secretos de la producción que estudian al postulante. En algún momento, Luciano tomará la vía franciscana para obtener mayores méritos: desde su balcón regalará lámparas, sillones, zapatos. Caridad momentánea, estrategia de un desesperado que exhibe su desposesión como una virtud inobjetable para ingresar al espectáculo.

La sólida puesta en escena de Matteo Garrone funciona y es acertada, pero Reality no sería lo mismo si no tuviera a Aniello Arena como protagonista. Este preso devenido en actor en la cárcel (cumple una condena de cadena perpetua) le otorga al personaje un plus vital que desborda cada encuadre. Sus movimientos en el espacio, su vitalismo indescifrable expresado en todos sus gestos y un deseo de vivir que traspasa lo posible y la misma ficción transforman al filme en un segundo reality acerca de la fantasía de un preso rodando una película.

Demasiada realidad la de Reality, pues es mucho más que un retrato del universo simbólico de un país regido por la cultura celebrada por Berlusconi y de la actualidad global de la vida experimentada como un espectáculo permanente. Hay signos indirectos aun más perturbadores: el Vaticano a pocos metros de la casa de Gran Hermano es uno de esos signos. El delirio asoma justamente cuando creemos que alguien nos mira y nos vigila. Demencia admitida, y a veces televisada.