Reality

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Delirios del imaginario colectivo

“Reality” es casi un compendio del cine italiano, resumido en una película que intenta mostrar el espíritu popular, particularmente enfocado en el tipo napolitano.

Con innumerables homenajes al gran maestro Federico Fellini y a otros ilustres directores de Italia, Matteo Garrone cuenta la historia de Luciano, un feriante vendedor de pescado, casado con María, una mujer empleada de comercio, con quien tiene tres hijos, un varón y dos nenas. Ambos sobreviven en una barriada típica de Nápoles, donde cada casa prácticamente es una dependencia de una edificación más grande, que generalmente aloja a otros miembros de la familia, como madre, padre, hermanos, tíos, cuñados, etc. etc., además de los vecinos, con quienes se tiene un trato cotidiano, sociedades y demás.

Toda una constelación humana que va entretejiendo relaciones basadas no solamente en la proximidad sino en el intercambio permanente de distintos tipos de servicios o prestaciones.

Así, Luciano, a quien sus ingresos no le alcanzan para darse los gustos ni satisfacer a la familia, recurre a algunas picardías extras con la compra y venta de algunos curiosos artículos de importación. Una especie de “bicicleteada” que le deja unos pesos más que ayudan a la economía doméstica.

Pero Luciano tiene otras habilidades que lo hacen famoso en el vecindario, posee algunas cualidades histriónicas que despliega en cada ocasión que puede, para animar fiestas y entretener a parientes y amigos. Su auditorio aprecia y estimula esas habilidades, al punto de que llegan a sugerirle y prácticamente empujarlo a que se presente a un casting para el programa Gran Hermano, de la televisión romana.

A partir de allí, la vida de Luciano empezará a rodar hacia situaciones cada vez más extravagantes. Aferrado a la expectativa de que lo acepten como integrante del programa, se va jugando el todo por el todo a esa apuesta, mientras va cayendo en una especie de delirio que le hace ir perdiendo paulatinamente contacto con la realidad a la que estaba acostumbrado, construyéndose una realidad paralela, en la que cree como fiel devoto.

Incapaz de procesar las experiencias con sensatez, su conducta se va desajustando cada vez más, y su familia y sus amigos van pasando también por distintas etapas. Primero lo toman a risa, otros llegan a burlarse de él con alguna cuota de crueldad, algunos lo miran con piedad resignada, su mujer lo abandona y después regresa. Prueban con algún que otro tratamiento médico y hasta recurren a la fe, para intentar que Luciano vuelva a ser el mismo de antes, sucediéndose un sinfín de situaciones tragicómicas a medida que se despliega el relato, el cual adquiere una trayectoria sinuosa y circular, como de encierro.

Si bien las casi dos horas que dura el film resultan un poco excesivas, la narración es llevadera por la gracia y el pulso que ofrece la cámara en mano, que parece perseguir y hasta acosar a los personajes, escudriñando con curiosidad obsesiva sus movimientos y gestos.

Un recurso que se complementa con el pintoresco grupo de actores que llenan de contenido expresivo al ojo que los mira, especialmente, el protagonista, Aniello Arena, un actor muy sugerente, surgido de las canteras de la propia camorra napolitana, un convicto por crímenes mafiosos en la vida real.

En síntesis, “Reality” ofrece una pintura costumbrista del Nápoles de hoy, que toma como disparador a la poderosa influencia que ejercen los medios masivos de comunicación sobre el imaginario colectivo popular.