Re loca

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

DEMASIADO EGO

Hay un pequeño momento de Re loca, la película de Martino Zaidelis con la que Natalia Oreiro vuelve -¡afortunadamente!- a la comedia, donde todo funciona a la perfección: hay una pertinente elección musical con Me vuelvo cada día más loca de Celeste Caraballo, el montaje es veloz pero preciso, y la Oreiro avanza con la energía que el género requiere, y que ella posee como una gracia divina. Si Re loca trata sobre una persona que termina estallando luego de bancarse todas, qué mejor que hacerlo a todo volumen, con faldas y a lo loco. Es un momento, un destello, que lamentablemente no genera contagio con el resto de la puesta en escena, más chata y al servicio de ese mal de la comedia cinematográfica local: el capo-cómico.

Re loca, enésima remake del film chileno Sin filtro, es una comedia de premisa: Pilar, la protagonista, atraviesa una suerte de día de furia, donde su marido, su hijastro, su jefe, su amiga, su amigo, la novia de su amigo, su nueva compañera de trabajo, los automovilistas, los taxistas, todos, entre que le toman el pelo y la maltratan. Y ella se lo toma con una pasividad alarmante. La premisa es, entonces, ver qué pasa con ese personaje una vez que se libera y se decide a mandar a todos un poco a la mierda. Esa liberación, como en una película de los 80’s, llega por un elemento fantástico: un cóctel algo ridículo que la convierte en una suerte de sincericida sin concesiones. Pero, claro, la revelación puede ser una maldición. Re loca se construye entonces alrededor de su protagonista, lo que nos importa es su acción y reacción, que es al fin de cuentas el sostén de la comedia y parte de un ejercicio algo sádico. Si en la primera parte quiere que los espectadores nos divirtamos con los maltratos que recibe la protagonista, luego nos obliga a reírnos con los virulentos ataques de Pilar hacia los demás. El problema del film de Zaidelis (además de abusar de la puteada como recurso) llega cuando no logra equilibrar adecuadamente la comedia con el drama, y aquello que debería resultar gracioso suena únicamente violento, como ocurre con determinada escena que involucra a una amiga y su gato (¡un Farrelly a la derecha por favor!). La incomodidad de la escena, que no está buscada, descoloca y muestra los límites de la propuesta.

Pero hay algo más, que seguramente tenga que ver con la estructura del relato original y el guión, y que Zaidelis no termina de resolver. O más bien, busca fortalecer a sabiendas del talento de su protagonista. Re loca obviamente se centra férreamente en Pilar y su viaje interior, en un arco dramático que lleva a una interesante doble aceptación: primero debe cambiar, para luego modificar aquello nocivo que resultó del cambio. Una suerte de “necesito ser otra persona, pero no me gusta demasiado lo que soy cuando lo soy”. Como decíamos, el centro es Pilar pero a diferencia de la mayor parte de la comedia argentina en Re loca, durante un buen rato, hay un interesante muestrario de personajes secundarios. Y remarcamos lo de “durante un buen rato”, porque a medida que avanza y el conflicto se cierra cada vez más sobre Pilar, la película va perdiendo de vista a muchos de esos personajes, quedando la mayoría desperdigados por la trama y sin una resolución acorde. Ni qué decir, además, del lugar incómodo en el que la película coloca a la mayoría, a los que no les permite un rato de dignidad, a excepción tal vez de la insoportable influencer que construye Malena Sánchez con mucha gracia. Este problema resulta insalvable porque evidencia los hilos del relato: en definitiva la mayoría de los personajes sólo están puestos ahí para ser un punching-ball de Pilar. Re loca, que trata sobre el ego lastimado de un personaje y cómo reconstruirlo, sufre inconscientemente por el ego de la capo-cómica. Cada escena parece diseñada para el lucimiento exclusivo de Oreiro mientras los demás asisten a una suerte de unipersonal. Claro que no es culpa de Oreiro, sino de un guión que queda preso de su propia trampa y que parece apurarse por construir momentos donde Pilar maltrate a los demás (¿cuántas escenas de automovilistas diciéndole cosas eran necesarias para afirmar el concepto?) con o sin justicia, no importa demasiado.

La única resolución inteligente, amable y no forzada (en una película que hace de su última media hora una suerte de maratón de atada de cabos y pedidos de disculpas) llega con el conflicto de Pilar y Pablo (Diego Torres): allí la protagonista acepta un poco la realidad, por más que sea incómoda, y hasta se permite similar el defecto en el otro sin intervenir. Es un momento de lucidez del guión, que llega en el momento justo y le da a la historia un cierre mucho más digno que el del 90% de las comedias del cine nacional. Re loca nos deja con el sabor amargo de una oportunidad perdida (hay momentos de comedia genuinos que quedan un poco perdidos) y la buena vibra de ver a Oreiro brillando, con la espontaneidad y la energía que no se le veía… desde que había dejado de hacer comedias.