Rápidos y furiosos 5

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Lo mismo, pero más y mejor

Para cualquier desprevenido que no tenga ni idea de qué se trata la saga de Rápido y furioso, que no vio ninguno de los films en el cine o en las infinitas repeticiones en los canales de cable, y que incluso logró evadir el infernal aparato publicitario que en cada entrega se hace más y más grande, el puñado de películas sobre autos superpotentes, chicas que quitan el aliento y héroes que estallan en testosterona y anabólicos se convirtieron en clásicos del “cine entretenimiento”. Y aunque es el cine en su faceta más pobre, en su descargo hay que decir que nunca aspiró a otra cosa.
En esta nueva entrega Brian (Paul Walker) se refugia junto a Dom (Vin Diesel) en Río de Janeiro después de ayudarlo a escapar de la cárcel y, por supuesto, allí los espera un último trabajo con el que lograrán su ansiada libertad. Entre las luces cariocas, favelas, chicas, chicas y menos autos que en el resto del combo, los muchachos que ya se conocen con una sola y viril mirada enfrentan al peligro por partida doble: por un lado a un temible narco (Joaquim de Almeida), y por el otro a la ley, a cargo del agente federal Hobbs (Dwayne Johnson), que los persigue con tanto ahínco que parece la versión moderna del policía Samuel Gerard de El fugitivo.
En fin, entre diálogos imposibles, mucha, muchísima acción, un director experto en el género como Justin Lin –que se apresta a dirigir la quinta entrega de Terminator–, tiene una mirada por lo menos condescendiente sobre el Brasil, Rápidos y furiosos 5 abandona cualquier pretensión de construir un relato más o menos verosímil y se decide por la acción pura, sin reflexión, con la certeza de que los capítulos anteriores sentaron las bases de la saga y que ahora alcanza con que todo sea más espectacular, más grande, más sorprendente.
Y hay que decir que la decisión es acertada, porque la quinta entrega se convierte en algo así como en parque de diversiones temático, con autitos, personajes intrascendentes y una trama endeble, pero brillantemente coreografiada y entretenida.
Si al menos en su comienzo en el ancho y largo mundo del cine de superacción la saga de Rápido y furioso ocupaba un lugar bastante marginal, con el correr del tiempo y al igual que por caso, Rocky y Rambo, cada capítulo de la licencia fue sumando adeptos, conquistando a propios y a extraños, con la provadísima fórmula de fierros, chicas, tiros, persecuciones y relatos mínimos que funcionan como excusa para mostrar fierros, chicas, tiros y persecuciones. Y no está mal que así sea