Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Graciosa pintura de un argentino reconocible

Para hacer esta película sobre un tipo que retoma diez años de su vida, los autores volvieron a tareas que habían hecho unos diez años antes. A ellos les fue bien, al otro ya veremos.

Allá hacia fines del siglo pasado, Mariano Cohn y Gabriel Duprat, autores de la reciente «El hombre de al lado», eran dos jóvenes renovadores de la televisión por cable y el video experimental. Fue entonces que empezaron su feliz relación creativa con el escritor Alberto Laiseca. Así, en alguno de esos trabajos (la serie «Cuentos de terror» y la singular y muy poco difundida «Enciclopedia») Laiseca cuenta a cámara la aventura de un gil a quien un diablito bromista le ofrece revisitar su pasado. Ese es, básicamente, el asunto que los directores retoman y que ahora vemos, nuevamente contado por Laiseca, pero ya enriquecido con lujo de detalles, con variaciones, con fiorituras, con anticipos, comentarios, digresiones, toda una serie de ironías que enriquecen la anécdota, permiten lindos juegos narrativos, y convierten al escritor en una especie de cuarto protagonista.

Los otros son Eusebio Poncela en la piel de un personaje mefistofélico, Emilio Disi como el infeliz de medio pelo que deposita en los demás la culpa de sus propios fracasos, y Darío Lopilato en el personaje de ese mismo infeliz cuando era joven.

Vayamos al asunto. Gracias a una singular propuesta, un hombre retoma diez años de su vida pero con la ventaja de la experiencia. El detalle, es que esto nada tiene que ver con una fantasía americana de viaje en el tiempo para mejorar las cosas, decirle al abuelo cuánto lo quieren, pasar más tiempo con el perrito, nada de eso. Esto es una sátira argentina, sobre el ser nacional. Entonces el sujeto ése no toma ventaja, es ventajero, pero encima, entre otros cuantos defectos, es un mal ventajero, porque se cree vivo y porque cree, ya lo dijimos, que no llegó a más porque no lo dejaron. «Se puede pero no te dejan» es una frase argentina. «La culpa la tuvo el otro», ya la decía Luis Sandrini en una comedia de Lucas Demare y la rubricó Tato Bores con un formidable monólogo. Por ahí va la cosa, con un espíritu sarcástico que no quiere dejar títere con cabeza, aunque, a decir verdad, el argumento se queda corto y los chistes no resultan del todo efectivos, y a veces no son del todo frescos. Nuestra realidad daba para mucho más.

Igual es buena obra, causa gracia, da que pensar, y agrega una herramienta más, la sátira, a las que ya tienen Cohn y Duprat para su habitual pintura de tipos que dicen ser lo que no son, etcétera.

Muy bien Poncela, cuyo perverso tentador es más efectivo y menos ostentoso que aquel diablo que hizo tiempo atrás para una famosa publicidad de un auto Clio por las Altas Cumbres. Muy bien Disi, proveyendo sombras al típico imbécil que tantas veces ha sabido caricaturizar de modo festivo. Y bien Lopilato, probándose en un tono algo distinto a lo habitual. Rodaje en Essaouira, Marrakesh, París, Palermo, Parque Chas y Munro, que funge como Olavarría, provincia de Buenos Aires.