Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Mucha expectativa generaba esta nueva película del dúo, luego del sorprendente éxito y de los múltiples premios recibidos con El hombre de al lado. A partir de un cuento original de Alberto Laiseca (quien oficia aquí también de narrador a cámara), los directores de Yo presidente y El artista se arriesgan con una tragicomedia muy ambiciosa que incluye hasta elementos fantásticos.

El film arranca con una secuencia ambientada en Marruecos, donde al personaje de Eusebio Poncela -que se dedica a comerciar con España- le cae no uno sino varios rayos en la cabeza, transformándose así en un ser inmortal y con poderes sobrenaturales. La acción salta luego hasta un bar de Olavarría, donde vemos a Emilio Disi y a su frustrada esposa en medio de reproches mutuos y una gran tristeza. Allí se le aparecerá Poncela para proponerle un pacto (¿diabólico?) pero irresistible para un verdadero antihéroe que parece no tener mucho que perder. Comienzan así las desventuras de un hombre que viaja en el tiempo e intenta (no con demasiada fortuna) revivir los principales momentos de su pasado para poder alcanzar la reconciliación, la redención y la paz interior que nunca ha tenido. Personaje patético, chanta y ventajero, el protagonista va recorriendo por segunda vez buena parte de la historia argentina de las últimas décadas, mientras los directores dan rienda suelta a su cinismo, su predilección por la sátira política, a la hora exponer las miserias de la sociedad argentina.

El film, para mi gusto, no es particularmente divertido ni punzante, y tampoco me seduce la crueldad (un poco en la línea de los hermanos Coen) con la que los directores someten a sus criaturas ("me fascina la capacidad de daño de un hombre mediocre y amarrete", dice Poncela cerca del final en París) en lo que resulta toda una declaración de principios). Una película audaz, llena de búsquedas e ideas, pero de las cuales no muchas llegan a buen puerto.