¿Qué pasó ayer? Parte 2

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Resaca más alocada que la de Las Vegas

Bangkok es una ciudad atrapante. O mejor dicho, que atrapa. Esa es una de las lecciones de vida que se aprende viendo la segunda parte de «¿Qué pasó ayer?», la memorable comedia sobre una resaca colectiva en Las Vegas, con los mismos personajes resacosos de hace dos años transportados al sudeste asiático para experimentar otra juerga de dimensiones épicas y aún más salvaje que la original.

No se sabe bien qué pensará del film la oficina de Turismo del gobierno de Tailandia, pero se puede asegurar que nadie puede sobrevivir a esta película sin sufrir al menos un par de fuertes ataques de carcajadas

La estructura es la misma del film anterior. Hay un prólogo donde una novia tailandesa está siendo severamente recriminada por su padre por la desaparición del prometido justo la mañana del día de su boda. Suena un teléfono y uno de los padrinos llama y avisa que lo hicieron otra vez: están en grandes problemas, tan grandes como para ir pensando en la posibilidad de que la ceremonia no pueda llevarse a cabo.

Ahí la narración retrocede a las vísperas del viaje a Tailandia para el casamiento del más serio del grupo de amigos (Ed Helms), el dentista que tiene una debilidad por las prostitutas, como se vio en las Vegas cuando se casó, totalmente borracho, con la profesional que les dejó su bebé de seña. El mismo hombre se casa ahora de verdad con una chica tailandesa de buena familia, y previniendo que no pase nada parecido al desastre previo, censura la despedida de soltero, y hasta se cuida de no beber nada que no haya abierto él mismo en los días previos a su boda.

Pero, corte, y se despierta en un sórdido cuarto de hotel tailandés con el rostro tatuado a lo Mike Tyson y un monito que fuma y está vestidito con una campera rockera. El demente que arruinó todo la vez anterior drogando a todo el mundo (Zach Galifianakis, el Curly de estos Chiflados del reviente) jura que esta vez no tuvo nada que ver, pero de todos modos nadie se acuerda nada de lo que pasó la noche anterior, dónde demonios están, y por qué está desaparecido el hermanito de 16 años de la novia, un joven prodigio ya a punto de convertirse en cirujano. Lo más perturbador es que este virtuoso adolescente del chelo se dejó algo en el cuartucho de hotel: un dedo cortado cuidadosamente apoyado en un platito.

Todo intento por reconstruir la noche en tinieblas para devolver el chico a la familia sólo los lleva a situaciones más dementes, que incluyen gangsters, traficantes de cualquier cosa, un monje budista que ha hecho votos de silencio y un burdel típicamente tailandés. Los gags son terriblemente eficaces, y sobre todo de un nivel de incorrección política que recuerda al más salvaje cine de culto de los 70, más que a cualquier producción hollywoodense actual.

La nueva «¿Qué pasó ayer?» es tan buena, o incluso mejor, que la original, y además de estar sólidamente actuada e imaginativamente filmada, tiene la cualidad de intentar con éxito rotundo algo tan difícil como volver aún más negro, corrosivo y audaz el sentido del humor desquiciado de la película anterior.